Tenedor libre. Es un concepto que puede asociarse a tragar, a perder la moderación y ver reducida la fineza de espíritu. Pero si una amplia oferta de sabores de oriente —con una extraña cuota de occidente— se despliega frente a uno por $10.800 en un día de semana (los niños chicos pagan menos, ojo), la verdad es que cuesta ser ponderado. Se puede, pero cuesta. Y esto ocurre en Foodlays, un restaurante chino ubicado en calle Artesanos, en un amplio tercer piso donde abunda el color dorado y una estética algo kitsch, pero como lo importante es la comida, hay que puro instalarse, concentrarse y a comer.
Primero, si se va con algún mañoso en el grupo —nunca falta—, hay pizza (reguleque), ají de gallina y tallarines Alfredo, entre otras cocinas más reconocibles en esta ocasión. También ensaladas, fiambres y una generosa oferta occidental que no hace ruido para el poco osado. También hay sushi a granel, aunque es bueno recordar que esa es cocina japonesa. Y este es un restaurante chino, pero en fin. La idea es, precisamente, ir por esa maravillosa incomodidad de lo menos conocido que se encuentra disponible aquí.
Hay guisos, como pernil con maní, carne con nabo, tallarines salteados de arroz, alitas de pollo agridulces y mapo tofu, una combinación que le saca un lustre picante a ese queso de soya tan neutro de sabor, en este caso con carne molida (aunque un poquito cargado al aceite, ojo). Hay pescado frito, entre ellos unos pejerreyes pequeños maravillosos, y róbalos enteros al vapor, cubiertos de cebollín en tiritas. No deja de haber clásicos, como costillar cantonés o algún chopsui, pero en este caso con unas bolitas fritas de pescado como proteína invitada. Hay pato bien asado y trozado, lo mismo que unos camarones enteros fritos. Hay arroces, más frituras —unos hunan, ajíes rellenos, para repetirse mucho— y sopas varias, entre ellas ramen.
Hay, hay y hay. Como, por ejemplo, algunas variedades de dim sum, platos en pequeñas porciones que se llevan en pequeñas vaporeras a la mesa. Unos paquetitos transparentes rellenos de camarones, otros pancitos de harina de arroz rellenos de chancho y cebollín, y unos con forma de conejitos, rellenos de puré de poroto dulce. Para el osado (uno ya lo fue en el pasado, y no volverá a repetirlo, en este caso), unas patas de pollo bien blanditas…
Hay que ir con tiempo y hambre. Abren a las doce y media. El fin de semana es un poquito más caro —$11.800—, pero dicen que la oferta es mayor. Hay harto postre también —buena la crema volteada, peruana— y lo único que se paga son los bebestibles (lo recomendable, su buena tetera de té a $850). ¿Será posible comer tanto más? Tal vez…
Artesanos 681. 227329856.