Estéticamente este lugar se juega en su amplitud y luminosidad, con luminarias vintage y cubiertos color dorado. Con solo pasar la puerta, se deja atrás esa imagen de no lugar del Mall Parque Arauco. Revolver bistró acoge así de inmediato con su apuesta algo escenográfica, aunque en nombre del estilo se les pase un poco la mano: preferimos puertas sólidas y sin transparencia alguna en materia de W.C. Pero, en fin. Una vez sentados en sus mesas, y ya en ambiente, a pedir.
Para empezar, un trío de tacos ($9.900) que se demoraron en llegar. Casi media hora. El relleno traía verduritas varias —rabanito en láminas—, alguna salsa y trocitos de entraña algo pasada de grillado. La combinación de sabor no estaba mala, pero las tortillas de trigo venían frías.
Tampoco rápidos, los fondos –de una carta no extensa y con una identidad no definible, sino más bien como una selección de highlights muy personales–, una elección por el lado de las pastas, otra por lo marino. Lo primero fue un gran plato de ñoquis ($11.900), que se suponían “trufados”, pero con suerte un par de ellos habían sido bañados con rabia con gotas de algún aceite aromatizado con este noble hongo. El resto venía con cero sal aunque, como contrapeso a estas falencias, eran de buena textura, con harto queso –mucho mucho– y un centro con un abundante ragú de osobuco bien sabroso. Más equilibrado, impecable, fue un chupe Revolver ($12.900) con locos y jaiba y, decía en la carta, congrio, algo ilocalizable.
Nuevamente al debe en rapidez. Para concluir, un postre para compartir: sopaipillas pasadas ($3.900), poco pasadas –la idea es que estén remojaditas, que hayan absorbido–, con una chancaca que prometía la intensidad de una “infusión de canela y naranja”, la que no, pero que en cambio sí traía zeste de naranja como adorno.
Entonces, resumiendo, bien generosos en la estética, pero algo al debe en la ética de la cocina.
Parque Arauco, Av. Kennedy 5413, local 368. 97583007.