La pasión chilena por importar modas norteamericanas no se limita a Halloween y los
babyshowers. Ahora ha llegado a la política. En el Senado, la oposición acaba de importar una nueva moda del país del norte. Ahora los candidatos a ocupar un lugar en la Corte Suprema nacional son sometidos a un interrogatorio parecido al que tiene lugar en Washington cuando se trata de llenar una vacante de la corte más importante de ese país, cuyo papel es muy distinto de la nuestra.
Así, la jueza María Angélica Repetto tuvo que dar explicaciones sobre el feminismo, el aborto, las uniones homosexuales, la eutanasia y otras ocurrencias de los senadores de la comisión que la escrutaba. “Lógico”, se dirá. “¿No es relevante conocer el pensamiento sobre temas delicados de quien pretende ocupar un lugar tan importante en la judicatura chilena?” Sucede, sin embargo, que en nuestro sistema jurídico la regulación de dichas materias es competencia del Poder Legislativo.
¿Qué significado puede tener, entonces, este tipo de interrogatorio? La primera posibilidad es que, como nuestros legisladores no saben qué hacer con esas papas calientes, les dejan a los jueces la tarea de resolverlas. Se trata de una tendencia habitual en muchos países, incluido el nuestro en las últimas décadas: las sentencias judiciales terminan por decidir los problemas que deberían ser resueltos en sede política.
¿Flojera?, ¿cobardía?, ¿falta de confianza en los medios políticos?, ¿incapacidad de llegar a acuerdos entre posturas muy disímiles? Quizá haya un poco de todo, pero me disgusta la tendencia a entregarles tanto protagonismo a los jueces, entre otras razones, porque en las discusiones parlamentarias todas las voces pueden ser oídas, lo que no sucede en un procedimiento judicial.
A la abdicación parlamentaria de las propias atribuciones se suman los aires de grandeza de ciertos magistrados. El resultado no puede ser peor. Así, hemos visto cómo estos jueces-Rambo, que lo saben todo y todo lo pueden, hacen caso omiso de los presupuestos de salud, de los procedimientos ambientales y de muchas otras reglas que, con todas sus limitaciones, ordenan nuestra convivencia y nos entregan seguridad jurídica. ¿Y qué ponen en su reemplazo? Su singular criterio. Así, los abogados deberán estudiar menos leyes y más psicología si quieren adivinar lo que dirán los cambiantes humores de la judicatura. Ciertamente, aún no llegamos a los extremos del Brasil, donde hay jueces que han ordenado por sentencia judicial la construcción de un hospital en un barrio determinado, pero no hay que esperar a que lleguemos a esas exageraciones para poner una señal de alerta.
Hay, con todo, otra posibilidad. Al formular a la jueza Repetto preguntas sobre lo divino y lo humano, un número importante de nuestros senadores no solo se toman a la ligera sus deberes legislativos: con este procedimiento están buscando elegir jueces a la carta. Y esa politización de la justicia no le hace bien al país. Resulta curioso que, para evitar los cuoteos partidistas del pasado, ahora sometamos a nuestros magistrados a unos exámenes de corrección política que son todavía peores que el sistema anterior.
Este es precisamente uno de los problemas más actuales en el sistema judicial norteamericano, porque los senadores demócratas, en abierta violación del artículo 6 de su Constitución, han adoptado la costumbre de interrogar a los candidatos a jueces acerca de sus convicciones religiosas, como se ha visto en casos muy diversos (Amy Coney Barrett; Brian Buescher, Neomi Rao, etc.). A Repetto no le preguntaron sobre el tema, pero poco faltó para que lo hicieran en ese examen de ortodoxia doctrinal. En todo caso, los republicanos también han hecho cosas por el estilo.
Si la oposición importa de modo acrítico prácticas que muchas veces constituyen corruptelas de países todavía más polarizados que el nuestro, no se debería extrañar que en la derecha suceda lo mismo. Así, con cierta frecuencia, José Antonio Kast hace declaraciones sobre tenencia de armas y cosas semejantes que calzan de maravilla con una derecha de vaqueros. Como si no tuviésemos una sólida tradición republicana nacional para inspirarnos a la hora de resolver nuestros problemas de seguridad ciudadana y proponer un proyecto de derecha bien chileno.
En todo caso, los interrogatorios a los jueces y la tendencia de la izquierda de adoptar prácticas de corrección política propias del progresismo norteamericano pueden ser bastante más peligrosos para la salud de nuestro sistema político que la imitación de ciertas gringadas exóticas por parte de nuestra derecha.
Con esas malas prácticas, la izquierda y la derecha polarizan el panorama político nacional en vez de fomentar la moderación y el acuerdo. Unos y otros harían bien en no caminar en esa dirección. Mejor sería que se inspiraran en nuestra propia cultura republicana, que tiene mucho que enseñarnos, y que dejaran de lado los fuegos artificiales y las barbacoas de 4 de julio.