Si no es la felicidad, es una copia cercana: que llegue toda la comida junta, aperitivos y fondos —¡los panes también!—, en una tromba de sabores y texturas y aromas apabullante (suena exagerado, pero es que nace el ponerle color). Es casi como una ofrenda, como para sentirse algo divino. Es una de esas experiencias que despiertan al niño chico interior, ese impaciente y abierto a la sorpresa. Por $33.000 aparece en la mesa una bandeja con comida apta para tres hambrientos o cuatro moderados, la que se detallará luego, pero lo importante es esto: apenas uno la ve, quiere volver a comerla en un futuro cercano. No hay caso. Esto es así y ocurre Donde Naresh, un nuevo —lleva unos meses— restaurante indio ubicado en calle Esmeralda, muy cerca de la Posada del Corregidor.
El lugar es sencillo, decorado con grandes fotografías de lo ofertado. El piso de madera está un poquito roñoso, lo que le quita lustre al lugar, pero los precios y la gastronomía —del sur de India— ayudan a levantar la vista en dirección hacia la mesa. Tienen idli, que son unos pastelitos salados de garbanzo, servidos con un guiso de lentejas, el sambar. También hay dosas, unos mayúsculos y finos panqueques de arroz y lenteja que antes había que ir a comer solo a The Raj, otro restaurante que ofrece estos platos regionales. Tienen variedad de currys, biryanis y pulaos —recetas en base de arroz—, aparte de diversas opciones con dal, un guiso de lenteja amarilla.
Es una fiesta de la variedad, con algunos platos no encontrables en otros restaurantes de la capital. Pero es ese combo/mix alucinante, el thali, el que hace la diferencia.
En este caso venían dos panes de esos planitos y maravillosamente gomosos, roti, junto a dos arroces, uno sencillo con comino, el otro con camarones a punto, cero trupán. En materia de aperitivos, un par de samosas —esas empanaditas de papa y arveja—, pollo tandoor —ese color rojo infernal—, pollo en espinaca y cilantro, y más pollo. Unas donas de lenteja —vada—, unas masitas de papa y queso, y más. Aparte, un curry de pollo, otro de queso fresco —paneer—, otro de verduras y un par de carne, entre ellos uno de cordero alucinante. Además, en unos pocillos, distintas salsas, desde la suavizante de yogur con pepino hasta una picante del verbo.
Para dos personas, casi un exceso. Un buen porcentaje se fue empacado a la casa. Para beber, lassi, esa bebida de yogur licuado que tan bien ayuda a pasar los picores, leves en este caso. También tienen una limonada especiada y un té especiado. Y si come con las manos, ni después de la tercera lavada, se le irá lo especiado que se llevará puesto. Un detalle que hace más difícil de olvidar a esta sabrosa experiencia.
Esmeralda 716, Santiago. 223498281