Algo nos dice que el barrio Yungay tiene un potencial… y hete aquí otra prueba confirmatoria: hemos ido a comer a “Mardoqueo Costillas” y ha sido un descubrimiento. Un re-descubrimiento, en cierta forma: en la calle donde está instalado el restorán hubo, in illo tempore, unas señoras Ballesteros que hacían excelente ropa para niños (abriguitos, trajecitos, en fin). Justo al frente de la iglesia de los Capuchinos, y a una cuadra del monasterio de la Visitación, y a pocas de la iglesia de la Preciosa Sangre (preciosa también la iglesia): o sea, un barrio que, si resiste la picota municipal, puede llegar a grandes alturas de todo tipo.
La casa donde está el restorán es muy notable: por fuera parece de los años 40, pero tiene un patio central alto y techado que le agrega varias décadas más. Todo en perfecto estado de conservación. Y, lo que es una sorpresa estupenda: todas las paredes interiores están cubiertas por grandes colecciones de las cosas más dispares y entretenidas: máquinas de coser, espadas, relojes, teteras, copas, barómetros, platos de porcelana, cucharas, útiles de carpintería, cafeteras de peltre y muchas cosas más. También las lámparas que cuelgan del alto techo son de época. O sea, comer aquí es como comer en un muy buen museo, pero sin que este distraiga ni entorpezca.
La cocina es muy buena. Carta corta, especializada en carnes. Unos cuantos vinos adecuados y muy baratos. Al llegar, nos dieron un agradable pisco sour por cuenta de la casa, más empanadas fritas de pino, sopaipillas, pancitos y seis salsas para cucharear. Luego, llegó la provoleta, grande y bien presentada ($3.500) con sus tostadas. Y un pilpil de pollo (nombre que le dan en Chile al pollo al ajillo) hecho con trozos de pechuga (muy bien cocida, o sea, blanda), con sus buenas tostadas (el caldito del pollo, supremamente cuchareable). Y a $4.600.
La entraña con papas nativas y camote ($11.800) fue presentada a punto, en un gran trozo. Y las papas y camote ($2.300), en rebanadas y muy sabrosas, en una paila aparte. El garrón de cordero ($7.700) fue un gran trozo, blandísimo, sazonado con miel y mostaza, cuyo único reparo es que llegó no todo lo caliente que uno le pide al cordero.
Los postres: una muy buena mousse de chocolate negro y blanco ($2.400) presentada en un jarrito, como es la moda, y un “suspiro limeño” (así suelen llamar en Chile al “suspiro de limeña”, nombre mucho más encantador y sugerente) pecó de no tener oporto o vino dulce en el merengue, complemento que le da su pizca de picardía limeña al plato ($2.400).
Hay aquí, evidentemente, alguien que sabe de comida fina. Y como se trata de comida, a la vez, sencilla, el resultado es buenísimo. El servicio, muy bueno y amable. Cocina a la vista.
Arzobispo González 441, Barrio Yungay. 226711698.