Cuando un niño se enferma o tiene una condición de salud especial, la familia se transforma en un pilar fundamental en la adaptación y recuperación de su hijo. Todo el entorno, especialmente las personas que están más próximas —hermanos, abuelos, primos, tíos y amigos—, requiere estar informado. Será necesario hacer un ajuste, reestructurar los roles, asumir nuevas funciones, incorporar nuevos hábitos, dejar de lado otros y activar las redes sociales. Lo central es que el niño haga una vida lo más normal posible, tanto en el contexto familiar como en el escolar. Hay que tratar de que la enfermedad sea un dato, para que no se transforme en la definición central de lo que es ese niño.
En los casos en que el diagnóstico sea de una enfermedad o una condición crónica, como la diabetes, la situación se hace más compleja. Es normal que en una primera etapa los padres, además de la natural tristeza y temores, se sientan confundidos, agobiados y con una sensación de que esto no puede ser verdad. El hecho de que existan muchísimos avances, pero sin una solución definitiva, la transforma en una condición manejable para la cual se hace necesario buscar toda la ayuda y orientación posibles. El desafío para toda la familia es dar a los hijos la mejor calidad de vida que se pueda.
En este contexto quisiera citar un párrafo del libro “Nuestro hijo tiene diabetes” de X. Fantuzzi y T. López: “Respira hondo e intenta tranquilizarte porque el tratamiento de la diabetes ha cambiado muchísimo en las últimas décadas. Los avances de la ciencia permiten que tu hijo pueda realizar una vida similar a la de otros niños y jóvenes. Olvídate de los mitos sobre la diabetes. Las personas con diabetes pueden jugar, ir a cumpleaños, comer pizzas, pololear, hacer deportes y pasarlo bien. La clave está en aprender cómo y, para eso, es necesario educarse y apoyarse en otros”.
La fundación de Diabetes Juvenil tiene una colección de libros que pueden acompañar a los niños en su proceso, tal como lo hace este libro. La lectura actúa como biblioterapia. Lo ayudará a sentir que no es el único y le facilitará el indispensable proceso de aceptación de la enfermedad. Es de gran ayuda tener una actitud abierta para aprender a compartir con otros que han tenido diagnósticos semejantes.