Después de casi veinte años, la saga X-Men llega a su fin. Y lo hace con una película sombría y sin humor, tono que hasta ahora habían sabido evitar. Estamos en los noventa y los mutantes gozan de la aceptación del planeta entero gracias a sus hazañas heroicas y el manejo mediático del profesor Charles Xavier (James McAvoy). Hasta que un día Jean Grey (Sophie Turner) sufre un accidente cósmico y es expuesta a una apocalíptica mancha solar que despierta en ella un poder dormido y una ira que la transformará no solo en el blanco de una búsqueda frenética, sino además en una villana que los X-Men deben doblegar en conjunto. Dejando de lado las grandes secuencias de acción y el espíritu aventurero, el relato estira los conflictos al extremo de deformar personajes perfectamente definidos hasta este momento (a ustedes les hablo, Mystique, Magneto y Bestia). Una entrega que es sin duda una de las más decepcionantes de la saga. Despedida triste por donde se la mire, estrujando un drama de muy corto aliento, sin grandes ideas ni espectáculo palomitero que aplaudir. Fueron buenos, X-Men.
“Dark Phoenix”. EE.UU., 2019. 113 minutos, todo espectador.