Los romanos (esto suena al profesor Peña) dividían los días en fastos y nefastos. Los segundos eran para los dioses, por lo que los humanos no tenían nada que hacer. Un día así fue el vivido en Caminito grill, del Patio Bellavista mirando hacia calle Constitución. Una suma de situaciones dio como resultado una experiencia digna del enojo divino. Y también de los humanos sentados en una de sus mesas.
Con una carta breve, era de esperar que esta parrilla cumpliera con su apuesta acotada. Pero no. Del “clásico de la casa”, bife chorizo con ensalada a $7.900, el mozo vino a avisar que “la carne había salido algo dura” (¿!), por lo que no era habida ni ofrecida. Hubo que pedir otra carne: entraña ($13.500), para darse un gusto. Pero lo que llegó fueron trozos de carne sin limpiar, contrahechos —olvídense del trozo planito— y con nada del gusto grasosito característico de este corte. Era como si hubiera sido recién descongelada (de hecho: sus jugos estaban más licuados). Aparte, ni se preguntó por el punto de cocción (llegó irregularmente tres cuartos). Y estaba… dura.
Antes fue el turno de una “doble tentación” ($10.000), un trozo de provoleta con tomates asados y dos longanizas que, a estas alturas del desarrollo artesanal nacional de la charcutería, no eran dignas de distinción alguna. Y aquí sí hubo grasa.
Hubo que pedir panera para acompañar, con unos trozos de pan “rústico” que conoció días más fastos.
El otro fondo fue una milanesa a lo pobre ($8.700), la que venía con un empanizado irregular, con harta cebolla frita, dos huevos bien hechos y papas fritas de las ya tristemente clásicas en la mayoría de los restaurantes. Por suerte el cuchillo (los cubiertos tampoco fueron cambiados entre la entrada y los fondos) era aserrado.
Sin ánimo para postre, se pidieron los cafés y la cuenta. Después de un cuarto de hora esperando el vuelto se aproximaron a la mesa a preguntar si se tenía el monto exacto, porque no tenían cambio.
Un día nefasto.
Constitución 40, Providencia. 9 3388 9567.