En la columna anterior tratamos el tema de cómo las competencias emocionales impactan en la calidad de vida de los niños y cómo ellas tienen una influencia decisiva en el proceso de aprendizaje. El Grupo de orientación psicopedagógica de la Universidad de Cataluña pone como centro del cambio educativo la educación emocional —que repercute en el bienestar emocional y en la convivencia— y sostiene que hoy la educación no atiende suficientemente las necesidades emocionales de los niños, que son básicas para aprender a autogestionar el propio bienestar y para relacionarse con los otros. Para eso, este grupo propone una clasificación en cinco dimensiones.
Conciencia emocional: Se refiere a la capacidad de conocer las propias emociones y las de los demás. Supone conocer la causalidad emocional, diferenciando el pensar, el sentir y el actuar. Es importante saber desde cuál emoción me relaciono con los otros y en qué lugar están.
Regulación emocional: Es la capacidad de dar una respuesta emocional apropiada a los requerimientos. Tener un equilibro entre la represión que implicaría una dificultad para conectarse con la emoción y la explosión que sería una expresión desregulada, sin consideración del impacto que ella puede tener. Componentes importantes de esta dimensión son la tolerancia a la frustración, la postergación de la gratificación, el control del estrés y el comportamiento asertivo.
Autonomía emocional: Definida como la capacidad de tener independencia emocional. Supone automotivación, responsabilidad, percepción de autoeficacia, responsabilidad, capacidad de hacer esfuerzo y una sana autoestima.
Habilidades socioemocionales: Son habilidades que se relacionan con la capacidad de tener relaciones satisfactorias (la capacidad de construir amistades).
Habilidades del bienestar personal y social: Incluye dimensiones como generar estados emocionales positivos, asumir decisiones responsables, saber buscar ayuda, así como brindarla cuando es necesario.
Educar las emociones supone la capacidad de ponerle un nombre a lo que sentimos. Por eso hay que aprender a autogestionarlas para que favorezcan una vida emocional más plena.