Arte y naturaleza: la Unesco instaló ese tema para la semana de la educación artística que terminó el viernes. Nuestro Ministerio de las Cultura levantó actividades subrayando la educación artística.
Yo partí en metro al Centro de Innovación de la UC a escuchar a Adrienne Callander, profesora de la U. de Arkansas, EE.UU. Hablaría sobre estrategias empresariales a partir de las artes. Arte y negocios. La traía el Núcleo Milenio Arte, Performatividad y Activismo.
En el metro, me sometí a los himnos de un músico que me aseguraba, con buena voz, que Dios descendía sobre mí. Por principio, no le di plata: abomino de quienes invaden el transporte público. Pero me hizo sentir parte de su grey, arte.
Arte y educación, arte y expresión pública, arte y negocios. A la profesora Callander la escuchaba su marido, de Kentucky, EE.UU.
En Kentucky, a esa misma hora, los miembros de la Sociedad Acústica de EE.UU., durante su reunión semestral, aprendían sobre innovaciones acústicas. Algunas médicas, todas creativas.
Me interesó Klaus Genuit, experto en espacios acústicos. Mostró cómo armar ambientes en un restaurante donde, entre el ruido de los cubiertos y la música ambiental, los comensales deben poder escucharse mutuamente y no recibir las conversaciones de las mesas vecinas. Un desafío creativo.
En Chile, la profesora Callander no quiso hablar del negocio tradicional del arte, de las salas de exposiciones. Mencionó otras creaciones. Citó a Jeremy Deller: el arte es pasar del hacer cosas a hacer que ocurran cosas. Es lo inesperado, lo exploratorio.
Nos describió cómo Gordon Matta-Clark, hijo de Roberto Matta, abrió el restaurante “Food” en el Soho neoyorquino en los años 70. Acudir allí era participar en una acción de arte: la cocina estaba en el comedor, el servicio era comunicativo, la participación en la ingesta, la música, el ambiente, construía un todo inesperado, abierto, receptivo. Duró tres años. Y eso es mucho en Nueva York. Había un arte en el hacer y también en el acto de hacer aparecer, el emprendimiento, dijo la profesora.
“Sé que de los artistas se sospecha que les carga que se hable de lucro, y sé que se cree que los emprendedores solo buscan el dinero, pero no es tan así”, dijo. Lo básico es que el emprendimiento es creativo; el arte, exploratorio. Se topan.
El sueño es el arte, la innovación, que genera un emprendimiento, posiblemente lucrativo, y ojalá con un impacto global. Como el Dr. Ricardo Rozzi y el parque etnobotánico Omora en la Patagonia, que se constituye como una acción con impacto estético y científico global.
Al pensar el arte fuera de lo plástico, en lo audible, me sentí en sintonía con la profesora: el producto es el proceso. El emprendimiento incluye ese toque de lo nuevo, de la improvisación para, al fin, llegar.
Como el abominable cantante del metro que me elevó el espíritu.