Buena idea la del restaurante Perpetuo. Es un lugar sencillo, pero estiloso en su simpleza, con una apuesta intensa hacia lo chileno. Su carta es breve y varía levemente a diario, concentrada en los llamados guisos de cuchara: pollo arvejado, estofado de carne y tomaticán —los que vienen con acompañamiento—, charquicán con huevo frito, lentejas o porotos, carbonada. A $4.600, que se pagan en la caja, donde entregan un numerito redondo que debe ser exhibido en la mesa o en la barra. También hay quínoa con verduras o ensalada, a $3.600; una cañita de vino o de cerveza, a $1.000, y postres al mismo precio. Hay té helado o agua saborizada de cortesía —léase gratis— que hay que autoservirse.
Primero, los detalles, antes de todo lo bueno: pongan servilletas en las mesas de afuera, por favor. Luego, si ofrecen café, que estén despiertos para llevarlo a la mesa al final del mastique. Y un poquito de ají en el pebre de cortesía le vendría mejor. Eso.
Ahora, los platos (en dos visitas). Un pollo arvejado blandito y con su sabor caldoso, acompañado de papas fritas bien hechas. Un tomaticán en regla, con la vaca sin estrés, y un arroz bien graneado. Tal vez les faltó un poco de intensidad en la aliñada —falta una visita al campo, tal vez—, pero la cantidad —sin ser mezquina ni para plato con baranda—, es ideal para un almuerzo sin siesta. El charquicán sí se presenta más abundante, pero algo cargado a la papa y pobrete en la carne. Sabroso igual y su huevo frito, al igual que con las guarniciones, perfecto.
O sea, es más el restaurante del primero del curso que del mejor compañero.
Los postres, a luca, son también de un tamaño acorde: un panqueque con manjar partido en dos, un mote con huesillo sin los cuescos, servido en un vaso de tamaño medio. Y no tan cargado a lo dulce, lo que se agradece. O sea, las porciones no son de dieta, pero tampoco para una onda picada del barrio Franklin.
Ambas experiencias servidas en tiempo de medalla de oro: menos de 10 minutos. Tal como decía un grupo al salir: “Rápido y rico”. Ojalá perseveren, porque son un lugar necesario. Ojalá intensifiquen un poquito la sazón, porque mejoraría lo que ya tienen de bueno. Y, como tercer ojalá (aunque suene a Silvio Rodríguez), esperemos que no caigan en el canto de sirena de la franquicia, porque ya se ha visto a tanto restaurante que —al echarle más agua a la sopa— ha perdido la intensidad de su original gran idea.
Pedro de Valdivia 041, Providencia. 2 29296536.