La Picantería ha abierto en uno de los espacios culinarios más elegantes de Santiago. Del estilo “picá”, de la original en Lima no hay más rastros aquí que unos géneros como de saco, colgando del techo, y algunas mesas comunes, largas, como se usan en algunas tratorías en Italia. Hay también mesas para dos, y lo más probable es que las largas, a menos que reciban un grupo grande, sean evitadas por el público santiaguino, introvertido y poco amigo de sentarse a comer con desconocidos. Ojalá terminen por reemplazarlas por las que aquí se acostumbran.
Dicho esto, diremos ahora que el servicio es desconcertante, innecesariamente complicado, pero, al cabo, no es imposible entenderlo: aparte de unos pocos platos que traen sus precios del modo acostumbrado, los pescados ¡traen su precio por kilo! Uno compra su kilo de pescado (rollizo $28.000; corvina $36.000; vieja $32.000, etc.) y, a continuación, elige el modo en que quiere que se lo preparen. De un kilo de pescado comen bien dos e incluso tres personas. Y de un kilo se hacen dos o tres preparaciones diferentes. Lo mismo pasa con el pato: el pato asado entero cuesta $60.000, deshuesado y trozado, y de medio pato ($30.000) comen dos personas abundantemente. O sea que, al cabo, cada plato individual sale costando un precio razonable, en el rango de lo que se usa por esos barrios. Es de esperar que terminen por dejarse de complicaciones inútiles y empiecen a poner el precio de cada plato como debe ser. No tienen para qué ser raros.
Ahora, la cocina es superlativamente buena. Superlativamente buena. Nosotros pedimos una tortilla de langostinos (para dos, 200 gr de langostino, o sea, $16.000), que es una sartencita de fierro que trae, abajo, un arroz muy sabroso; encima, la tortilla de huevos y, coronando todo, langostinos de buen porte, acompañados de sus cabezas (muy chupables; debieran poner agua para lavarse los dedos). Muy novedosa la tortilla, que se llama así como podría llamarse de cualquier forma; no es una tortilla propiamente tal.
El sublime pato (medio pájaro) llegó en una paellera grande, depositado sobre un excelente arroz meloso (especie de sublime —también— risotto, sabrosísimo), y cortado en trozos: la pechuga, tipo magret; y el resto, en suculentos pedazos: o sea, una “gozada” sin atenuantes. Y costó $35.000 (según nuestras cuentas, costando el pato entero $60.000, debiera haber costado $30.000; y aunque nos dijeron que el acompañado —el arroz— venía incluido, nos cobraron $8.000; pero los pagamos con gusto…).
Dos postres excelentes: el King Kong ($5.800), nombre muy de picantería: capas de masa de alfajor rellenas de mermelada de manzana y de frambuesa, con una capa de crocante de avellanas encima; y un volador ($3.900), especie de alfajor de varias capas, relleno con crema de manjar. Ambos deliciosos.
Estacionamiento en el subterráneo.
Alonso de Córdova 4355, nivel -2, local 301, Vitacura. 2 3323 3820.