Así es, no más. Nos hemos propuesto explorar el barrio Yungay, uno de los últimos que van quedando más o menos intactos en esta atroz ciudad. Ahí vivieron Ignacio Domeyko, rector de la Universidad de Chile; Aníbal Pinto, Presidente de Chile, y una larga lista de personalidades…
Y, explorando, hemos descubierto el Espacio Gárgola, un restorán estupendo, situado en una vieja, admirable y venerable casa de tres pisos, en la que funciona también una reputada mueblería. O sea, esa heterogeneidad entrañable de viejo barrio. Y nos han atendido muy bien y hemos comido espléndidamente.
Uno de los méritos del lugar es su autenticidad, su falta de impostación y engolamiento y su enraizamiento en el barrio y la cultura nacional. Hay varios platos que llevan el nombre de algunas de las figuras históricas de los alrededores, y otros se titulan con el nombre de las calles “aledañas” (término adorado por los periodistas).
Pero, vamos al detalle. Comimos una de las pocas empanadas de pino de horno perfectas que uno encuentra en riberas mapochinas ($3.200): masa delgada, mantecosita, resistente, blanda; pino muy bien hecho, con su huevo duro, su aceituna sin hueso y, como es la tradición, una pasa, que hoy han suprimido a causa de aquellos petimetres que “no comen pasas” (no se sabe cómo se ha salvado la aceituna, que tampoco comen…). Y luego, un minicrudo valdiviano excepcional ($4.800): punto justo de aliño, con un rico dejo de mostaza (nos trajeron más aliños, por si queríamos), y unas papas hilo esparcidas por encima, que le vinieron de maravilla. Muy equilibrado este crudo, con sus tostadas.
La merluza austral Sotomayor ($8.800) llegó en punto perfecto de cocción, con su salsita de vino blanco, un crocante de cochayuyo espolvoreado por encima, sobre un muy buen risotto al olivo (el risotto, claro, a la chilena: con crema). Plato muy armónico y agradabilísimo. Y, con el nombre de otra calle cercana, llegó la plateada Chacabuco ($8.800), puesta sobre un muy rico puré de garbanzos, con sus debidos “tropiezos”, como dicen en España: este puré es raro de encontrar y es cosa misteriosa, porque es una delicia. La plateada al jugo la hubiéramos pasado, al final, por el horno, para que desarrollara esa cubierta crujientita que tan bien le viene…
La lista de postres es larga, porque en este lugar funcionó hace algún tiempo un café, con mucha dulcería. Pedimos una pera borrachita ($4.200) original y riquísima: pera cocida en almíbar de vino, acompañada con puré de castañas y crema. El otro postre fue una torta de panqueques de naranja de muy buena factura, la torta Fortunata ($4.200). Con una jarra de un litro de borgoña en frutilla ($5.800), la comida resultó perfecta.
Atención muy amable. Buen pan y pebre en la mesa. Estacionamiento bastante fácil en la calle. El lugar está decorado muy agradablemente.
Maipú 357, Santiago. 2 2682 2808.