Antonio Cussen, doctor en literatura y poeta, después de 30 años de trabajo, ha publicado este libro fuera de lo común en el mundo editorial chileno e hispanoamericano. El libro ofrece una versión crítica del texto latino de la
Eneida, de Virgilio. Esa es la propuesta principal de Cussen, una en extremo ambiciosa, ya que la fijación de la versión auténtica del gran poema romano es una de las tareas más complejas de abordar dentro de los estudios clásicos. No se trata, para evitar toda confusión, de una traducción (otra tarea inmensa), sino de un reconstrucción del poema en su idioma original, tal como se encontraba al momento que Virgilio muere el año 19 a. C.
El trabajo de Cussen se ofrece en tres volúmenes: el primero contiene el texto de la
Eneida; el segundo, un conjunto de notas que explican la solución de algunos de los problemas más importantes de esa propuesta filológica y, en fin, el tercero, un ensayo en el cual narra la historia que lo condujo a escribir este libro y en el que expone fundadamente su interpretación de la
Eneida -en conjunto con la totalidad de la obra de Virgilio-, visión que se haya en consonancia con la fijación del texto y es el supuesto esencial de la cual esta resulta. La interpretación y la fijación del texto forman, pues, una unidad imposible de considerar por separado.
Lo primero que salta a la vista es el esfuerzo gigantesco de estudio individual que, como es este caso, demanda prácticamente una vida entera. La fijación del texto latino de la
Eneida no solo implica el dominio pleno del latín y la lectura personal y reflexiva de la obra de Virgilio, sino, además, el estudio del contexto literario, biográfico e histórico de la escritura del poema. Una versión que cumpla con los estándares académicos debe considerar, además y sobre todo, el análisis de las anteriores propuestas de fijación del texto auténtico de la
Eneida y de la ingente bibliográfica crítica que se ha elaborado incesantemente durante los últimos dos mil años sobre ella. Todo se encuentra visible y es patente en los tres volúmenes de este libro. Con todo, este trabajo, que merece el mayor elogio, no puede dejar de lado que esta tarea supone una tradición de estudios clásicos sobre la cual sostener el esfuerzo individual. En Chile, esa tradición -que, por cierto, no es de una dimensión comparable a la de los grandes centros mundiales de estudios clásicos- se remonta a la Real Universidad de San Felipe (1758) y al Plan de educación secundaria elaborado por Domeyko (1843), sosteniéndose de modo intermitente pero constante hasta hoy. La publicación de este libro, entonces, testimonia de modo elocuente la perseverancia de una visión de la educación que asigna un papel principal a los estudios humanísticos, de los cuales la lengua y literatura latinas son parte principal. Pero además, el ensayo y las notas críticas revelan de modo explícito una importante deuda y filiación con la tradición latinista italiana y, en particular, con el gran filólogo y estudioso de Virgilio, Mario Geymonat, fallecido el 2012, autor de dos ediciones críticas de la
Eneida, con el cual Cussen mantuvo un contacto académico y personal decisivo para la redacción de la obra.
El ensayo con que Antonio Cussen acompaña y justifica su versión de la
Eneida es una mezcla fascinante de sensibilidad, erudición, vasta cultura y pasión por la latinidad y por la belleza y perfección de la obra de Virgilio. Es imposible resumir y comentar la suma de hipótesis -fundadas con múltiples pruebas documentales y en la hermenéutica del texto-, pero es difícil no admirarse de la correspondencia y ajustado ensamble de todas ellas, la manera didáctica con que las va exponiendo a lo largo del ensayo, el entramado cuidadoso entre la historia de Roma en el siglo I a. C. y la estructura y desarrollo del poema. La
Eneida, para Cussen, es una epopeya en clave, y el ensayo da a conocer las llaves -son varias- que permiten aproximarse a una lectura alegórica de la misma y echan una luz nueva sobre esos momentos dramáticos, quizás unos de los más dramáticos de la historia de la literatura, cuando, en medio de su agonía, Virgilio ordena la destrucción de los manuscritos que contienen el poema. La fijación de su texto auténtico -aquel que el autor creyó necesario destruir- tiene en la perspectiva de esa decisión extrema una dimensión que los desborda e involucra poderosamente la relación de Virgilio con Augusto y, en una esfera más amplia, la relación del poeta con el poder.
En tanto ensayo,
El milenio según Virgilio va relatando las conmovedoras peripecias personales de la escritura de un libro como este, una epopeya en sí misma, la epopeya de reconstruir el texto de un poema que pudo desparecer.