En el pasado, antes de la era digital, las cartas eran la manera más conocida para comunicarse entre las personas cercanas, especialmente cuando se encontraban lejos. Este medio permitía comunicar lo que se estaba haciendo y a veces dar a conocer los sentimientos más profundos. Esto llevó a crear la literatura del género epistolar, es decir, libros basados en cartas. El ejemplo más reciente es el hermoso libro de Mary Ann Shaffer y su sobrina Annie Barrows "La sociedad literaria del pastel de piel de patata de Guernsey", que describe el intercambio de cartas entre una famosa escritora británica y un grupo de habitantes de una pequeña isla del Canal de la Mancha, inmediatamente después del término de la Segunda Guerra Mundial. En esta pequeña obra de arte se demuestra como los buenos libros y los amigos permitieron a los habitantes de esa comunidad aislada sobrellevar los extremos rigores de la ocupación.
La lectura de libros como este y como "Papaíto Piernas largas", la famosa novela de Jane Webster, podrían ser un buen instrumento para que los padres promuevan en sus hijos el hábito de escribir cartas. Esto les ayudaría a expresar sus sentimientos cuando están enojados, o con problemas amorosos, o simplemente expresar cosas que no se atreven a decir verbalmente. Para ello bastaría con decirles a los hijos, después de conversar, "dime lo mismo en una carta", o "escríbemelo como si yo estuviera de viaje", especialmente en aquellos temas en que les cuesta expresar lo que sienten.
Las cartas conectan a quien escribe con su interior y al redactar se van descubriendo matices que llevan a elaborar sentimientos y descomprimirse de emociones dolorosas. En ellas hay un mensaje destinado a un receptor. La carta puede mandarse o no, pero permite a quien la escribe clarificar lo que realmente siente. A veces en terapia se sugiere a los niños que escriban un mensaje que no van a mandar, pero el solo hecho de transformar sentimientos, muchas veces confusos, en un texto acotado, es muy sanador.
Escribir es una forma maravillosa de conectarse con lo que se siente y para los niños y adolescentes, es una gran herramienta para su desarrollo emocional.