MIENTRAS EN FEBRERO LA CARTELERA TEATRAL santiaguina descansa, en Buenos Aires se sube el telón para estrenos y remontajes exitosos del año anterior. Es más: hay un festival, TABA (Festival Temporada Alta), que lleva ya siete ediciones con obras de España, Perú, Uruguay, Colombia, Suiza, Alemania, Finlandia y Argentina, en Timbre 4, una de las salas del circuito off de la capital porteña, que será el vector de esta visita. Un conjunto de salas de tamaño mediano que tienen funciones de distintas piezas de lunes a domingo, con cafés en el hall y entradas que se pueden adquirir en la página web Alternativa Teatral. Por otra parte, no hay que temer al verano en Buenos Aires, en un período en el que bajan las temperaturas y hay un cambio de moneda conveniente para el público chileno.
Así fue como vimos "¿Me decís mañana?" , de César Brie, en la sala La Carpintería. Quizás en nuestro país, Brie merece una presentación: es un director de amplia trayectoria, que hizo escuela en Italia, Dinamarca y luego lideró la compañía Teatro de los Andes, en Bolivia. En ese recorrido ha ido perfilando una poética escénica en la que la relación con los objetos y la expresión corporal imprimen un sello que se reconoce en esta delicada pieza sobre la feminidad. La obra fue escrita a seis manos y sitúa a dos actrices -Flor Micha y Vera Dalla Pasqua- en un baño, para repasar la condición femenina en sus rituales íntimos, y al público como si estuviera espiando desde la mirilla.
En el escenario hay un inodoro, un bidet, un lavamanos, una tina; luego, ropa interior, cepillos de dientes y de cabello, toallas. Estos objetos se desplazan junto a las actrices desplegando una verdadera coreografía para hablar de las problemáticas de distintos estados vitales: la menstruación, los novios, las tensiones con los padres, los viajes, el amor, la enfermedad, la locura, la bulimia, los hijos. Hay momentos espléndidos, como una bañera que hace de diván, o cuando el padre ausente es una camisa, o la madre es un collar de perlas que se anuda en el cuello de las actrices hasta que se desgrana, o los piojos que invaden la cabeza y se quitan con un peine fino, que son los exnovios. El sonido de la lluvia se consigue explotando burbujas de plástico de embalaje.
Más que seguir un argumento cronológico, la obra propone un conjunto de estaciones vitales, con mayor profundidad en la infancia y adolescencia, mientras las actrices cumplen los rituales del baño -se arreglan, se peinan, se depilan- mientras dialogan entre ellas, monologan con el público o crean un tercer personaje. El texto es poético, aunque puede pecar de cierta ingenuidad, pero cumple en frescura y musicalidad. Una delicada pieza para abordar las historias de todas las mujeres.
También en el territorio de lo femenino se encuentra en la sala El Camarín de las Musas la recién presentada "Estrella" , de Juan Pablo Geretto, en coautoría y dirección de Virginia Martínez, e interpretada por él mismo en un gesto transformista. Es un entrañable monólogo sobre una mujer de un pueblo perdido de Argentina, dueña de casa y vendedora de cosméticos Avon. Lo que puede parecer una fútil historia adquiere una estatura inmensa con un texto sugerente y una actuación monumental.
La línea de trabajo de Geretto, formado en la performance y el humor, impone una búsqueda única en cada una de sus creaciones. Más que obras, da a luz a criaturas femeninas que interpreta con un estilo directo con el público, borrando la cuarta pared. Es una actuación en primer plano que todo el tiempo dirige la palabra y la mirada al espectador a partir de los recursos dramáticos de la vacilación, la repetición y el olvido. Esta vez, la criatura se llama Estrella, una vendedora de cosméticos por catálogo de un pequeño pueblo de provincia. En este punto recuerda el universo femenino de Manuel Puig, con sus mujeres de pueblo y tardes de radio, sus conversaciones pequeñas, pero universales.
Un vestido rosado pasado de moda y una verborrea sin fin desatan un torrente de reflexiones sobre la condición de la mujer y la libertad de nuestros destinos. Su discurso locuaz está atravesado por la ansiedad y la abulia de sentarse a ver los programas de chismes para romper la monotonía, mientras repasa los productos de su catálogo con el entusiasmo de que esta vez llegó a un nivel de ventas que le valieron ser invitada a la fiesta nacional de la compañía en Buenos Aires. Su habla hace giros entre las anécdotas del pueblo -la vez que un camión chocó al tío y que se cayeron las vacas, y la gente fue a cortar las vacas vivas-, las fórmulas del comercio -"¿El perfume te parece muy dulce?"- y su corporalidad gastada cuando desde las primeras líneas afirma, y reitera: "Estoy hinchada como un globo: agarraría una daga y me la clavaría". Luego, su vida se enhebra con las vidas de los famosos, en especial, los líos amorosos de Maradona son un foco de atención, o la existencia de familiares insólitos, como la tía con un nombre ridículo: TaTeTi.
De este modo, el genial texto despierta carcajadas y lágrimas a medida que se superponen los monólogos acelerados con cartas, registros policiales, fragmentos de telenovelas, teoría psicoanalítica y recortes de diarios. La ternura de Geretto por su criatura le permite ser crítico y amoroso, cruel y lúcido, con un personaje que está en un loop constante. Más que una progresión argumental, importa el estado mental, aquello que se siente más que lo que se cuenta, como el imperativo familiar que dice: "Disfrutá, sé feliz", pero la epifanía va por otro lado, cuando no hay como evadir lo patético, el fracaso y ese darse algo tarde: "¡Puedo no ir, decir que no!". ¡Lástima que se tuvieron que morir todos para que se diera cuenta!". El clima opresivo de los pequeños pueblos, como metáfora de "infiernos grandes", que castran la vida de todos, y en especial, la de las mujeres.
También sobre el fracaso y las medias vidas está "El amor es un bien" , del joven director Francisco Lumerman, una adaptación libre de "Tío Vania" de Antón Chéjov. La obra va por su cuarta temporada en el off, y desde el Teatro Moscú se trasladó a una sala más concurrida como lo es El Camarín de las Musas.
El autor se permite algunas licencias y modificaciones, como pasar de la fría Rusia a un pueblo pequeño en la Patagonia; Vania será Iván, y así, el resto de los personajes tendrá cambios de nombres y de características, pero conservando rasgos centrales de la obra original. La historia se desarrolla en un modesto hostal administrado por Sonia y su tío Iván (José Escobar), en un sitio llamado Carmen de Patagones, que la mayor parte del tiempo se encuentra sin huéspedes. El único huésped se llama Pablo (Diego Faturos), un médico joven que no sabe hasta cuándo va a quedarse allí. Luego está la llegada de Alejandro (Jorge Fernández Román), el padre de Sonia, y su nueva mujer, Elena, más joven y atractiva (Manuela Amosa). A partir de ahí, la convivencia de estos cinco personajes se irá complicando y los conflictos irán apareciendo de un modo indirecto.
La obra comienza in media res , con Sonia e Iván ensayando canciones latinoamericanas, pues se han empeñado en ser músicos con escaso éxito. La voz hermosa de Sonia recibe una categórica sentencia por parte del padre, y de este modo se van trenzando malos entendidos y recriminaciones para tensar el hilo del malestar, de los deseos postergados. La historia resulta algo confusa, pero las actuaciones son excelentes -destaca en especial José Escobar- para delinear un relato melancólico de los sueños que ya no fueron. En este punto, es plausible pensar en las adaptaciones de las piezas de Chéjov por el también director argentino Daniel Veronese, y estas últimas resultan más logradas. Por otra parte, la escenografía es anodina, quizá buscando un efecto, pero resulta más bien descuidada y poco funcional. Esta vez, falta una vuelta de tuerca a un clásico, pero, sin duda, Lumerman es un director interesante con mejores resultados en otras puestas en escena.
En tiempos en que el antisemitismo es tristemente de nuevo noticia, con registro de agresiones y profanaciones en varios países, cobra más sentido ver el deslumbrante monólogo "Un judío común y corriente" , en la sala Chacarerean Teatre, protagonizada por un actor de enorme oficio como lo es Gerardo Romano. La obra lleva años en cartelera y comenzó como una inquietud del mismo Romano, que no pertenece a la comunidad judía, luego de leer la obra, con homónimo título, del autor suizo Charles Lewinsky.
La pieza es una profunda reflexión sobre las tensiones entre la identidad y el sentido de pertenencia, las dudas con el vínculo de la religión, los fundamentos filosóficos de la forma de estudio de sus libros sagrados, la lingüística del hebreo, los móviles de su forma de vida. Para esto, la historia sigue a un profesor que da clases, y es a través de sus lecciones y de su vida privada -en especial a través de llamadas telefónicas- que se organiza esta desafiante divagación.
También hay referencias históricas a críticos momentos de persecución y aniquilación, como lo fue capítulo del Holocausto por el régimen nazi, especialmente complejo porque el protagonista es alemán y se debate entre el amor a la nación y la destrucción a las personas de su origen étnico. Luego se continúa con hitos más políticos, como la constitución de Israel como un estado soberano, así como los dilemas que enfrenta la colectividad en la actualidad, como la persistencia del antisemitismo y el conflicto palestino-israelí. La obra no escabulle polémicas, se arriesga con opiniones y también señala contradicciones, que aborda con un humor sagaz que surfea con encanto entre los estereotipos y los tics de la comunidad. Tics que, por cierto, se dan en todas las colectividades.
Particularmente sugestivo resulta el recorrido por el sentido de los ritos y las costumbres, tal vez conocidas en el cine, y que ayudan a tomar conciencia de la cuota de puesta en escena que tienen las religiones.
El espectáculo no requiere un espectador experto en judaísmo, aunque hay varios tips, porque es una obra que aspira a algo más, a reflexionar sobre las contradicciones entre el individuo y el colectivo, los traumas de algunos grupos minoritarios y el impacto en su psiquis, el desarraigo, la historias de esfuerzo y resiliencia, la lucha entre lo universal y la conservación del patrimonio cultural y religioso. Es un excelente ejercicio intelectual con ironía fina e ideas brillantes, que recorre buena parte de la historia europea del siglo XX. Comentario aparte merece la interpretación de Romano, que conduce con aplomo este unipersonal de una hora y media poblado de ideas y bromas, de anécdotas y sociología. Llamadas, música, juegos de roles, chistes, recuerdos, datos históricos nos sumergen en el juego de una tribu y que podemos extrapolar a otras las tribus.
Un circuito teatral alternativo, con piezas de cámara que ensayan historias mínimas con alcances universales y con actuaciones que animan aplausos de pie, que renuevan las ganas de ir al otro día a ver una nueva función en un ambiente íntimo. No deja de ser loable que estas salas independientes resistan las crisis en el país, mantengan el precio de las entradas y una cartelera de muy buen nivel. Más que recomendable escaparse un fin de semana en el que se pueden disfrutar varias obras, y también, buena gastronomía, librerías bien abastecidas y calles animadas.
"Es un circuito teatral alternativo,
más desconocido, con piezas de cámara
y actuaciones que animan aplausos de pie".