Hacernos esta pregunta puede ayudarnos a repensar la forma en que nos vinculamos con nuestros hijos. Aunque en toda clasificación lo difícil que puede ser una autoevaluación precisa en un área tan significativa como es la maternidad o la paternidad, vale la pena intentarlo.
"¿Padres jardineros o padres carpinteros?", el último libro de la psicóloga y catedrática de la Universidad de Berkeley, Alison Gopnik, plantea esta pregunta que puede aplicarse tanto a padres como a educadores. Los padres (o educadores) jardineros son aquellos que están atentos a las peculiaridades de sus hijos y procuran para ellos un terreno y un ambiente apropiado para desarrollarse; se adaptan y tratan de satisfacer las necesidades de los niños. Los padres (o educadores) carpinteros, en cambio, tienen un modelo normativo más rígido de lo que quieren lograr y de cómo hacerlo. Este modelo puede servir cuando se trabaja con materia inerte, pero no funciona bien cuando se trata de seres vivos y puede, incluso, ser muy dañino.
Para lograr un jardín diverso, ser un padre jardinero es la mejor opción para un buen desarrollo infantil. Hasta la mejor de las semillas en un terreno inapropiado no logra florecer.
Gopnik comienza con una afirmación muy verdadera: "El cuidado de los hijos es exigente y agotador y, sin embargo, para la mayoría de las personas es también profundamente satisfactorio." Agrega más adelante: "Querer a los niños no les proporciona un destino: les proporciona sustento para el viaje".
Un buen jardinero quiere mucho lo que hace y está atento a las necesidades de sus plantas: las riega, les pone abono, les conversa. Un padre o una madre jardinera están atentos a las necesidades de sus hijos y buscan satisfacerlas. También adecuan sus expectativas a las características de los niños. No es razonable plantar tulipanes en Atacama, pero sí lo es hacerlo en Coyhaique. Eso hacen los padres cuando escogen colegios para sus hijos y planifican sus actividades extraprogramáticas.
Los padres son la herramienta fundamental para el desarrollo de los niños. Para tener sensibilidad y conectarse con las necesidades de los hijos, es necesario tener armonía interior.