EN SU "GUÍA HUMORÍSTICA DE SANTIAGO", DE 1967, TITO MUNDT, que hablaba a mil por hora, sin modular, escribía que los periodistas santiaguinos solían reunirse en "el Roxy y el Nuria". Este último, fundado en 1928, perdura hasta hoy y ha abierto sucursal en Apoquindo (que era, para cuando se fundó, un inmenso descampado con unos famosos baños).
Lo visitamos llevados por la búsqueda del pasado, actividad en que se suele perder tanto tiempo, tan mal recompensado en Santiago.
El restorán se ha especializado en cocina chilena, sí, pero para oficinistas que almuerzan en 45 o 60 minutos como máximo (incluido viaje desde y hacia la "fuente laboral"). No es fácil encontrar un plato chileno "a la minuta" que pueda ser ordenado, servido y comido en tan breve espacio; pero piénsese, por ejemplo, en una cazuela de vaca, que puede estar preparada con antelación y se come de lo más bien en media hora. Nosotros, pensando en qué otro plato típico chileno se puede preparar y despachar así de cómodamente, pedimos un bistec a lo pobre ($7.900), porque en él se pueden apreciar diversas destrezas de la "maestra" chilena: calidad de las papas fritas, punto de fritura de la cebolla y de los huevos, etc. Nos llegó, en efecto, el pedido con una sorprendente rapidez, mayor que la que convenía a la calidad del plato. Porque uno entiende que la cebolla frita, que debe estar bien hecha, dorada, puede tenerse lista desde antes, pero, ¿puede tenerse también listo el bistec? Es lo que nos pasó: un trozo de lomo liso (lo habíamos pedido veteado, pero no había, y nos trajeron este sin previa aclaración) cocido a punto, pero cuyo paso por la sartén había tenido lugar, según todas las probabilidades, horas (muchas horas) antes. Apenas tibio. El microondas hace maravillas en materia de rapidez, pero no en punto de calidad. Una fritura recién hecha salta a la vista. No diremos nada del par de huevos fritos, bien hechos, con su "encaje" dorado alrededor de la clara, ni de las papas (la expertise del gaznápiro nacional, que se alimenta casi exclusivamente de ellas untadas con kétchup, hace imposible pasarle aquí gato por liebre y darle papas de antigua fritura). La cebolla estaba hecha con antelación, como era de esperarse, pero venía tibiona. Decepcionante.
En cambio, el pastel de choclo ($5.900), que sí se puede tener preparado desde mucho antes, resultó perfecto: lebrillo de buen tamaño, pollo, carne de vaca, choclo sin hollejos, sazón chilena perfecta. Excelente.
Los postres: una leche asada que había hervido con furia en el horno ($2.900), contra todas las reglas, y un flan Nuria ($3.800) absolutamente adocenado.
Resumen: solo para cuando Usía esté muriéndose de hambre. Atención: hay aquí una tradición que recuperar. ¡No pierdan la oportunidad de hacerlo, administradores! No cualquier restorán dura 91 años. Y este pertenece a la memoria santiaguina...
Apoquindo 2965, 2 2233 2524.