HEMOS SALIDO A PROBAR COCINA VENEZOLANA QUE, PARA VERGÜENZA NUESTRA, desconocemos casi totalmente. ¡Y eso que somos, como los venezolanos, habitantes de la misma Patria Grande y compartimos a don Andrés Bello!
Visitamos Cachapas Don 70 en la calle San Isidro, frente a esa vieja y hoy arruinada iglesia, tan antigua y tan bien proporcionada que es un gusto mirarla. El lugar es popular y ofrece cocina popular: no es propiamente "comida rápida", pero consiste fundamentalmente en sándwiches (gran cantidad de enormes hamburguesas de heteróclito contenido, claramente pensado para la gula de una juventud no muy exigente) más cuatro o cinco preparaciones venezolanas (no propiamente platos o guisos) de las cuales comentaremos aquí algunas.
No debe Usía dejar de probar dos cosas: las cachapas y los patacones. Las primeras son una especie de gran panqueque hecho con choclo fresco rallado (en algunas versiones se le agrega harina de maíz), que se dobla y rellena, en la forma más sencilla y tradicional, con queso. Pero lo común es que la parte más importante del relleno sea la carne mechada deshilachada (lo que en Chile se llama "carne mechada" es un trozo hecho a la cacerola que se sirve cortado en rebanadas gruesas), a la que se agrega queso, una variedad de otras cosas menores y que, en el caso nuestro, nos sirvieron con una cucharonada de crema fresca encima ($7.100). El "panqueque" es de textura y sabor muy agradable, parecidos a los de nuestras humitas, y el resultado es de lo más satisfactorio. El uso de la crema recuerda algunos rellenos mexicanos de taco, donde suele estar siempre presente. Se agradece en esta preparación el saborcito dulce del choclo.
El patacón, que se hace con plátano verde (el plátano para guisado, como se conoce en Chile) o plátano amarillo (aproximadamente el que usamos de postre), lo pedimos en esta oportunidad con ambos tipos de esta fruta: se trata de un plátano que se fríe entero y luego se aplasta, abriéndolo y dejándolo plano, y que sirve de base para el relleno que le ponen a continuación (que en nuestro caso fue queso, pernil y un par de otras cosas; suelen ponerle ketchup, ¡atención!, para pedir que lo eliminen si no es amigo de esa cosa). El patacón es igualmente enorme, pero nos pareció más equilibrado y sabroso (más parecido a un taco) por la adición de lechuga picada. Por $8.300 comen dos.
Probamos también unos tequeños ($4.500; porción de seis o siete), masitas fritas rellenas de queso, reminiscentes de los "panes de queso" del Brasil, y pastelitos (empanaditas) de carne mechada ($4.800) que no ofrecen ninguna sorpresa, pero están bien hechos. Lamentablemente no tenían postres venezolanos, de los cuales había tres o cuatro en la carta. No se venden bebidas alcohólicas. De entre las "gaseosas" probamos una "frescolita", especie de Bilz extremadamente Bilz.
Resumen: buena atención. Vale la pena visitarlo.
San Isidro 401, 9 8688 6217.