EN ESTOS TIEMPOS ESTIVALES Y CON LA PROLE VACACIONANDO, a veces se cae -oh, pecado- en locales de la mal llamada comida rápida (jaja, "rápida"). La última "aventura" fue de más de tres cuartos de hora arriba de un auto en el Burger King de Irarrázaval, sin contar con otras esperas nada de breves en otros locales de esta misma marca (en casa de herrero: es que al heredero le gustan los aros de cebolla). Pero en fin. En otros países más sabios se ha inventado una cocina de calidad y llenadora que REALMENTE es veloz. En Japón una de estas maravillas es el ramen, un bol en el que se combina caldo y fideos y que llega frente a uno antes de diez minutos, a veces hasta menos. Y así ocurre en el glorioso Goemon ramen, una filial del muy recomendable restaurante nipón de Manuel Montt, dedicado solo a esta comida al paso.
Primero: para el que quiera finezas o mezclar comida con reunión social, que vaya a otro lado. En la esquina de Bucarest con General Holley hay solo barras, muchas de ellas con una vista casi zen a un panel de formalita. Aquí comer es un trámite, recompensado con un buen sabor y un precio bien conveniente. Hay tres opciones calientes y una fría a $5.900 (en el volante se oferta una vegetariana, por si acaso), la que se cancela en la caja antes de esperar que se cante su número. Mientras tanto, llegan la servilleta, los palillos y la gran cuchara. Y un vaso de agua bien fría.
En dos visitas se alcanzó a dar cuenta de tres de las variedades. Primero, una escasa -si no inexistente- en la capital: la tonkotsu, con un caldo lechoso hecho de huesos de chancho. Con este puro caldo ya ranquean entre los mejores ramen de Santiago. Con harto fideo (del que se puede pedir porción extra, por $1.600), su medio huevo duro y rodajas de chancho (también se pueden aumentar, por $1.400). Ojo, que mientras en otros sitios se ofrece la opción de este corte magro o con grasita, aquí se van sin consultas por el lado del sabor (= grasita).
Ligeramente más salado -pero muy poquito, ojo- es el shoyu ramen, y por ese mismo temor se evitó el miso ramen. Y por el calor, y con temor, se optó por el reimen, que es frío y sin caldo. Y sorpresa: resultó ser sorprendente. Un bol de fideos con un toque de sésamo, con tomate, pepino en tiritas, algo de alga, unos cortes de kamikama, el medio huevo duro de rigor, las lonjas de chanchito y un delicado pollo en tiritas. Para quien vea la foto y piense en que la opción fría y sin sopa es la fome, hay que consignar que es un error. Es otra cosa, pero que funciona igual de bien.
Abierto entre las doce y media y las ocho de la noche, su horario continuado está pensado para darse el gusto más tempranito, o si ya le crujen las tripas porque se le pasó la hora de almuerzo. Será rápido, será sabroso. Y será japonés de verdad.
Bucarest 49, Providencia.