En el espacio familiar circulan emociones de diferentes tipos e intensidades que tiñen las interacciones y motivan las acciones de los integrantes de la familia. Las emociones son un motor para la acción: nos inducen a actuar de diferentes maneras y a buscar o eludir las conexiones con otros.
Cuando un niño está enojado con su mamá, puede contagiar a su hermano más pequeño y hacer una alianza contra sus padres, amurrarse y boicotear todo intento por componer la relación. Los padres están también influidos por la agresión ambiental, por lo que tienen más riesgo de desregularse y responder en forma agresiva, generándose un círculo vicioso y un clima familiar tóxico. Si, por el contrario, alguien llega de buen humor y es cariñoso, va a irradiar una actitud positiva propiciando un clima alegre y nutritivo donde dan ganas de estar.
Las emociones producen cambios en nuestro organismo y determinan en forma importante cómo miramos a nuestro alrededor. Son señales de nuestro mundo interno que nos informan qué nos está pasando en relación con los acontecimientos que nos suceden. Las emociones en sí mismas no son buenas ni malas, lo importante es que tengan conexión con lo que sucede. Para que los niños se desarrollen en un ambiente propicio para su salud mental, deben estar presentes todas las emociones, pero con predominio de aquellas que producen sensación de bienestar emocional. Las emociones básicas son:
Alegría: Es expansiva y favorecen la conexión emocional, el compromiso con las actividades colectivas. Ayuda a sentirse seguro y a la sensación de pertenencia. A veces disminuye la conciencia de riesgo.
Tristeza: Genera conexión consigo mismo y da profundidad emocional. Si no es proporcional a lo que la causó, es necesario pedir ayuda.
Miedo: Puede bloquear la acción, genera desconfianza y distancia emocional. Ayuda al autocuidado.
Rabia: Ayuda a poner límites, dificulta el escuchar, aleja a los otros, produce mucha desregulación.
Ternura: Produce sensación de bienestar y favorece el trabajo en común.
Pasión: Estimula y convoca a otros. Dificulta ver los riesgos y calibrarlos.