HAY, ENTRE LOS RESTORANES PERUANOS, ALGUNOS QUE YA TIENEN HIJOS Y NIETOS: así han ido reproduciéndose mediante sucursales en diversas partes. El Cántaro de Oro, de Vitacura, ubicado a un costado del Alto Las Condes y con muy buen estacionamiento (lo que no es poco decir, para ese lugar), es hijo de El Cántaro de Oro de Independencia, cuya gran calidad hemos comentado en otra ocasión.
El que visitamos ahora no tiene más de tres meses, por lo que habrá que concederle todavía un plazo adicional para que complete su rodaje. Por ahora, nos pareció bien encaminado, pero mejorable. Por cierto, se advierte la buena mano de Óscar Gómez, su chef, de larga y reconocida trayectoria.
Entre las cosas mejorables está la selección de causas ($7.900) que trae dos causas de camarón, dos de pollo y dos de pulpo; pero las de camarón habían reemplazado este por trozos de pescado apanado y frito. No estaban mal, pero tampoco está bien que se anuncie una cosa y se sirva otra.
Ese día parece que abundaba el pescado en la cocina, porque la otra entrada que catamos, el cebiche carretillero ($9.300) consistía en una copa, no muy grande, de buen ceviche (rica leche de tigre) con sus granos de choclo y demás, pero el anunciado contorno de calamares arrebozados y fritos traía gran cantidad también de pescado frito...
Fondos. Un pollo saltado ($9.950), en que el avechucho reemplazaba al tradicional lomo. No obstante que ni el pollo con la mejor disposición es capaz de equipararse en sabrosura al lomo, esta fórmula peruana tan exitosa es capaz de saborizar casi cualquier cosa, por lo que el plato resultó satisfactorio (y muy adecuado, además, si ocurre que Ud. anda con algún imberbe de los que no comen más que pollito, papitas fritas, quesito, jamoncito, huevito: aprenderá a despercudir sus empecinadas papilas con una excelente lección).
El pato asado con arroz verde ($11.900) es una combinación que, siendo peruana, augura excelentes resultados. Aquí el pato, muy bien asado, sabroso, venía cubierto por un guisito de trozos de cebolla que no estaba mal, pero que privaba al pato de su excelente desnudez y crocancia: puesta al lado, no hubiera interferido en el placer (recordamos que en el Astrid y Gastón de Santiago incurrieron en el mismo error: la asadura del cabrito perdía propiedades al estar cubierta por un guisito semejante, a diferencia de lo que ocurre en el local de Lima). Y el arroz, que en este plato suele ser lo mejor cuando se hace con caldo de pato y muchísimo cilantro, sin estar en absoluto mal, pudo haber estado mucho más suculento.
El suspiro de limeña cumplió con la expectativa de traer, en su merengue, la huella de algún vino dulce ($2.800), y la crema volteada ($3.000), muy católica.
Local amplio, buen servicio, ideal para ir con niños. Buen estacionamiento.
Av. Kennedy 9321 esq. Gilberto Fuenzalida