El lugar no puede ser más apropiado y agradable en esta época: una terraza sombreada al aire libre, con vista a la piscina y jardines del Hotel Santiago y, para entretención extra, los movimientos y maniobras de un enorme edificio que se construye al lado: ¿qué mejor, para cuando decae la conversación? El comedor interior es también fresco y sombreado, con grandes ventanas que permiten arrancar convenientemente cuando, como fue en nuestro caso, tiembla en Santiago: "Se nos movió el piso"...
Se trata del restorán Anakena, con su cocina thai hecha no para prolijos puristas, sino que para quienes quieren, simplemente, disfrutar, de vez en cuando, de los exotismos del sudeste asiático. Buena atención, bien informada, con buen ritmo.
Recomendamos la selección Anakena de entradas o picoteos ($9.900): le sirven a uno 2 sataigai, 2 popiaphak y, lo mejor, 2 estupendos, frescos, refrescantes popiasod, que son unos envoltorios, en delgadísima masa de arroz, de verduritas crudas que incluyen menta fresca -nos aficionamos cada vez más a ella-. Una delicia. Y muy buenos los otros dos elementos (la fritura de la versión thai del arrollado primavera chino, los popiaphak, es muy perfecta, y los dos anticuchos -satai-, muy adecuados). Con sus salsitas de maní y otras, agridulces, todo muy bien peinadito y cumplido.
Para probar la mano del lugar pedimos también, de entrada, unos aros de calamar apanados y fritos que resultaron perfectos (plamyktord; $7.500): blandos por dentro, crujientes por fuera.
De los fondos, acertamos con uno delicioso: el phadpreawwarn ($12.900), un plato de camarones con verduras salteadas y fruta fresca, con una salsita riquísima (en la que detectamos la salsa de soya, muy bien dosificada) y su acompañamiento de arroz, ese arroz tan fome y pegadizo que comen por aquellos pagos, pero que, mojadito con esta salsa, se transforma en una maravilla. Qué gran plato.
El otro fondo, luego de muchas cavilaciones, fue un plato de tallarines de trigo con curry (phad me krienggeng; $11.900): en el menú lo ofrecen con curry rojo que, según nos explicó el mozo, es sumamente picante, por lo que lo pedimos con curry amarillo: con éste resultó picante, pero perfectamente adecuado para liberar nuestras endorfinas sin poner en riesgo nuestros occidentales morros. El plato trae carne de pollo, de chancho y camarones; pero, desafortunadamente, la salsa curry es demasiado espesa para la consistencia y densidad de los tallarines occidentales. Seguramente hubiera funcionado mucho mejor con fideos de arroz, pero, como en otras ocasiones hemos comido tallarines de trigo con curry y han resultado buenísimos, optamos por éstos... Ud. pida que sus fideos sean de arroz. O sea, váyase mejor derechamente a un pad thai.
Postre: el típico saku de tapioca (perlitas perfectamente insípidas, producto de la elaboración de la yuca), que resulta agradable gracias a la leche de coco y las frutas. Y buenos helados.
Hotel Santiago. Av. Presidente Kennedy 4601, 2 2950 3188.