ANTES DE LEER LO QUE VIENE A CONTINUACIÓN, UN PEQUEÑO TEST: ¿CUÁNTOS DE ESTOS SUJETOS RECONOCE USTED? Ra Díaz, Zack de la Rocha, Tom Araya, Les Claypool y Frank Black. Si ninguno le suena, mejor siéntese en las sillas de la terraza de El Honesto Mike, afuerita, porque en su interior se bebe cerveza -muchas y muy buenas- y se escucha música, fuerte (de hecho, en su carta advierten que las peticiones de bajar el volumen irán a saco perdido). Con esta actitud rockera pierden a los clientes que no les interesan (la otra opción es el exterior, ya se ha dicho) y han armado su propia army de seguidores incondicionales. Si a todo esto se suma lo primordial, una cocina sencilla y muy bien hecha, se está frente a una de esas maravillas poco vistas. Porque frente a las tres preguntas de la crítica -qué se quiso hacer, si se logró y si era necesario- este local de calle Los Leones casi al llegar a Providencia obtiene puros sobresalientes. Son el ejemplo a seguir de tanto sitio que esconde sus deficiencias bajo una actitud agresora. Aquí en cambio se saben el tarro con más duraznos.
Primero, no se aceptan reservas, por lo que haga como la fanaticada del lugar: llegue temprano. Segundo: la decoración es la versión bien producida del sueño estilístico de algún adolescente dark . Tercero: con el lugar repleto, igual son rápidos y muy asertivos. Aparte, se manejan con orgullo -y se nota- con el tema cervecero, ítem del que no hay carta, sino una serie de pizarras que ofrecen lo disponible (harto, siempre).
Para empezar, sentados en la barra, tres picoteos: aros de cebolla fritos en panko ($3.000), palta frita (genial, Kiss my hass, $3.800) y otra invención magistral: pepinillos fritos ($500), un acompañamiento para la birra que, no hay que dudarlo, será copiado de puro brillante que es.
Luego llegaron los sándwiches. Todos servidos en pan fresco y con harta papa frita rústica de verdad. Uno lleva como bautizo el nombre de Babe, ya que su contenido es chanchito deshilachado con su toque agridulce/picante ($4.900). Y las dos hamburguesas fueron: la Burguer queen ($6.400), con queso azul mantecoso, cebolla caramelizada y pepinillos, y la Suicidal ($6.900), hecha en homenaje a Ra Díaz (ya aprendió algo nuevo, es el integrante chileno del grupo Suicidal Tendences), que lleva palta, tomate y un huevo frito. Este último detalle, cuando chorrea la yema de un color naranjo orgánico y feliz, es de esas evidencias de que se está trabajando con calidad. Aparte, se preguntó el punto de cocción y llegaron como debían. Es triste decirlo, pero pocas veces pasa.
Ya los postres eran una sobrecarga para el pobre cuerpo (las frituras estaban muy bien hechas, hay que destacarlo). Y podrían tener una cafetera, qué les cuesta, para dejar contento al abuelito que se coló a su fiesta. Pero el total, el disco conceptual completo, es un ejemplo escaso de actitud rockera pasteurizada.
Los Leones 96, Providencia.