EN OTROS TIEMPOS, SEDE INFORMAL DE UNIVERSITARIOS LIBERTARIOS, VENIDOS DESDE EL "PIEDRAGÓGICO" O DEL CAMPUS ORIENTE, o suerte de bar/casino de aquella época en que el audiovisualismo hizo nacer a tanta productora noventera y hoy extinta. Ajena a las modas de esta zona conocida graciosamente como Ñuñork, Las lanzas nunca se dejó tentar por alguna reingeniería o
lifting o
aggiornamento. Quien la visitó décadas atrás, hoy la encuentra tal como era: sencilla y bien democrática, con señores de chaqueta compartiendo con estudiantes de juerga gastando un poquito más que en una schopería, optando por esas tradicionales mesas de formalita.
Lo único que falta es don Manuel allí, en la caja, quien nos abandonó hace unos tres meses. Pero algo primordial de su legado sí que queda, y es una carta con comidas que tienen tanto de chileno como de español. Sus guatitas, densas y caldosas, con más de un toque de tocino o cecina, son las mejores de Santiago. No lo dude.
En esta ocasión, por alegrías del destino y el trabajo (otro), fueron cuatro visitas al local, sentado en la barra, recibiendo una atención alegre y empática. Primero con una buena marraqueta, mantequilla y ají en escabeche picado. Y, luego, con una espera de diez minutos o apenas un poco más en cada visita. Porque aquí son eficientes, nerviosos, buenos en lo suyo (porque están a-ten-dien-do, algo de lo que tanto imberbe pegado a su celular aún no se entera).
Lo primero fue ese plato de callos, en la misión de corroborar el recuerdo para ponerlo en el libro de "Los 100 platos capitales", de ediciones El Mercurio, la casa.
La semana siguiente fueron unos riñones al jerez. Bien desprovistos de ese aroma que es mejor ni mentar, acompañados de un arroz con zanahoria pequeñita, como de casa del siglo XX. El tamaño total era como para ponerle una baranda al plato.
Menos de siete días después fue el turno de una porción de lengua de vacuno con papas fritas, que se pidió en la barra, pero que terminó en una mesa con amigos aparecidos de improviso (saludos a la Carmencita). Cosas típicas de Las lanzas, porque al comer las guatitas, el vecino escuchó una conversación telefónica y luego procedió a ofrecer sus datos y experiencia para un viaje ad portas . ¿Intruso? Cooperativo más bien. Pero volviendo al plato tras tanto meandro, hay que decirlo: igual escasa la porción, considerando además que dos cortes eran limpios y otro -el más grande- era de la parte semiextraterrestre del nacimiento de esta parte sin hueso del animal. Las papas fritas eran hartas, pero no eran de esas toscas, las cortadas a cuchillo de antaño. Bu.
Y para terminar el mes, un pedazo -no hay otra forma de describirlo- de asado de tira arvejado, blando y con su parte de hueso y grasa, algo bruto, pero por lo mismo con todo su sabor. Esto con puré de papas de a de veras.
Los platos en general oscilan entre los cinco y los diez mil pesos, más cercanos hacia abajo, ojo. También tienen pulpo, tortilla de patatas y una merluza... al estilo de don Manuel. Snif.
Humberto Trucco 25, 2 2225 5589.