LA FIGURA DEL TRAVESTI APARECE MÁS DE UNA VEZ EN LA GENEALOGÍA DEL ARTE, desde una emblemática Manuela en la novela "El lugar sin límites", de José Donoso, pasando por las crónicas de Pedro Lemebel y en el cine de Pedro Almodóvar. Actualmente en la cartelera local, hay dos obras de teatro que instalan nuevamente las contradicciones que despierta esa identidad: "Franco", de María José Pizarro, en el GAM, y "El sol de tus cabellos rubios", de Carla Zúñiga, en el Teatro Camilo Henríquez. Además, ambas coinciden en otro elemento: involucrar a carabineros en la represión de estos personajes.
Habría que pensar la figura del travesti como un individuo que cuestiona las categorías binarias de género y las convenciones familiares, los roles económicos, las jerarquías y los valores contenidos en el discurso oficial. Y, por otra parte, el travesti plantea la incomodidad gramatical, ¿es él/ella? Preguntas que hoy son parte del lenguaje inclusivo. Además, realza el supuesto de la noción del género como algo performativo. Una identidad que ofrece un tratamiento lúdico y transgresor del cuerpo, pero a quien, la sociedad, le responde con violencia.
La obra "Franco" , con la dirección de Alexandra von Hummel, conocida actriz de la compañía Teatro La María, pone en escena un relato de un carabinero condenado por un crimen contra un travesti. El título, "Franco", adquiere distintos significados, la condición de un policía cuando está sin uniforme, un nombre de pila y el sentimiento de honestidad. Ahí está un hombre vestido en el característico uniforme verde pero reconstruyendo su crimen tras las rejas en un monólogo fragmentado. Aparece la emoción para narrar un temprano romance homosexual en un internado, el acoso de su entorno por esa relación, la vida centrada en el deber ser, el momento en que atacó, con una botella, a un travesti y, luego, cuando está en prisión.
El punto fuerte es la forma como se despliega al angustiante periplo del protagonista como si fuera una caja de resonancia en un túnel de color amarillo. Porque para transmitir ese vía crucis el carabinero es asediado por voces y formas femeninas y masculinas, y a su vez, emite palabras extrañas. Voces y formas que enuncian la culpa, la represión, la confusión de identidad. Sin duda, también se explora la semántica del uniforme, por ejemplo, cuando el personaje dice: "En ese traje me siento omnipotente. Invencible. Como un personaje de la mitología griega... Y la rabia, /Esa que tengo acumulada por tantos siglos de injusticia,/Me recorre la sangre".
Juan Gálvez hace una memorable interpretación que sintetiza en sí mismo las contradicciones, los dolores y las furias encriptadas. El actor es un cuerpo en desazón, mutante a ritmo del diseño musical de Daniel Marabolí. Además, se suman al elenco, Paulina Chamorro, Alejandro Fonseca y Martín Flores que si bien no hablan, son parte de las alucinaciones del protagonista.
Al mismo tiempo, se acaba de estrenar "El amarillo sol de tus cabellos largos" , que se suma a una prolífica trayectoria de la dupla de Carla Zúñiga, dramaturgia, y Javier Casanga, dirección, como parte de la compañía La niña horrible. Una compañía que ha cultivado un lenguaje expresionista con textos desopilantes y una estética kitsch entre el melodrama y el grotesco con montajes destacados como "La trágica agonía de un pájaro azul" y "Los tristísimos veranos de la princesa Diana".
Esta vez la historia se centra en Alma, un travesti que lucha por recuperar la custodia de su hijo Ángel Jesús, quien le ha sido arrebatado por su familia. La acción transcurre en tres actos, desde el día en que a Alma le han quitado al pequeño niño y finaliza con el día del juicio por la tuición del mismo. Durante ese tiempo conocemos la lucha de Alma, junto a sus amigas, también travestis, que denuncian como su identidad despierta discriminación, desorientación y violencia. Y, al mismo, tiempo se suman personajes secundarios que apuntan a pensar las redes de solidaridad con otras identidades discriminadas: las mujeres inmigrantes, una mujer carabinera en la institución, las mujeres mayores. Acá la problemática de género, que Zúñiga ha desglosado tan bien, ofrece una nueva vuelta.
El argumento de la obra se alinea, con humor y sarcasmo, en la discusión sobre la heterogeneidad de las familias, las normas sobre la paternidad y maternidad. Y, también, busca hablar de la miseria, la precariedad y lo marginal. Entre ellos, destaca Luz de Luna que, por un escopetazo, ha perdido el rostro y la posibilidad de pronunciar la "u" lo que hace difícil que pronuncie su nombre y lo que simbólicamente eso implica. O bien, es genial la carabinera encargada de perseguir travestis y que siempre se equivoca, lo que le vale el adjetivo de "estúpida" entre la fuerza policial.
La dirección actoral es impresionante: cada personaje cultiva un particular lenguaje corporal y gestual. Es un trabajo físico exigente en el que salen más que airosos María Nelly Miranda, Bárbara Vera, Ítalo Spotorno, Claudia Vargas, Ignacia Lizama, David Gaete, Alonso Arancibia, Paula Calderón, Javier Varas, Gerard Henry, Víctor Vergara. Además, sobre sus cuerpos hay una propuesta visual distintiva en la que destaca el maquillaje, un verde metálico en rostros y trajes ajustados propio, del universo drag queen . Cada uno de ellos es un individuo performático que condensa el espectáculo y la ambigüedad. Y se mueven junto a la composición musical de temas de Lady Gaga y otros íconos de la cultura disidente. Sin embargo, pese a reconocer el culto a lo cursi y al género folletinesco (por ejemplo, el bebé imposible, el final devastador); el montaje comete el error de reiterar recursos y guiños. Depurar unos veinte minutos haría más redonda la propuesta.
Ahí está la figura del travesti violentado. El travesti que fue eliminado por un carabinero, o el travesti que no logra la tuición de su hijo, y, que al final, aparece muerto. El travesti como símbolo del chivo expiatorio a quien, como decía René Girard, se le considera la causa del desorden y, que por ende, se sacrifica para el deseado bienestar social.