HAY OBRAS SILENCIOSAS QUE SE CONOCEN POR EL BOCA A BOCA, COMO "PARADERO DESCONOCIDO", basada en la novela de la autora norteamericana Katherine Kressmann Taylor, adaptada al teatro por Frank Dunlop, que se construye en base a cartas entre dos amigos en la Europa de los años 30. Una obra sutil y dura, que en su momento, 1938, debió ocultar que fue escrita por una mujer.
Como espectadores, estamos frente a una situación particular: somos testigos cómplices de una correspondencia íntima, entre el alemán Martin Schulze y el judío norteamericano Max Eisenstein que se quieren como hermanos, y juntos han abierto una galería de arte en California. Pero Martin decide regresar a su país de origen, así que Max se quedará a cargo del negocio. Desde el primer día se escriben cartas, como habían prometido, y lo interesante es ver cómo el tono de la correspondencia va cambiando de acuerdo a los vaivenes de la historia. En un inicio, las cartas son extensas, cariñosas, llenas de anécdotas sabrosas y consejos cariñosos. En entrelíneas, Martin va dando cuenta, con ilusión, del proceso de recuperación de la Alemania post Primera Guerra Mundial. Max, por su parte, le informa de la buena marcha de los negocios de arte, los cuadros vendidos y los nuevos clientes. Pero la historia avanza y las ideas de Martin se van alineando con el fascismo naciente y la esperanza en un Hitler en el poder hacia 1933. Frases como: "¡Ha aparecido un líder!", "Como es lógico, en público no expreso duda alguna" o "No comprenderás que deben sufrir unos pocos para que se salven millones".
De este modo, por medio del intercambio epistolar, se muestra el proceso de lavado de cerebro que el nazismo causó en los alemanes comunes y corrientes. Hitler es el personaje que al inicio desconcierta, luego es sinónimo del líder que los sacará del sufrimiento y la pobreza. A su vez, favores y necesidades urgentes se cruzan en la historia de estos amigos en un clima de fanatismo y vigilancia. Ahora la amistad está anudada a hechos trágicos y traiciones. Y, luego, a locura y más tragedia. A estas alturas, Martin escribe: "¿Qué puedes saber tú de esto, que no haces más que quedarte sentado y soñar?... Debo insistir en que no me escribas más. Ya no tenemos nada en común".
Complace la dirección de Andrés Céspedes, que inicia su destacado trabajo con el Teatro El Cancerbero y Teatro El Almazen, con puestas en escena memorables, como "El señor Galíndez", "Bodas de sangre" o "Fuenteovejuna", entre otras. Esta vez es posible ver el aplomo para dirigir la evolución psíquico-ideológica de estos amigos, Víctor Montero y Eyal Meyer, y conducir el suspenso de la historia. Meyer ("Fiebre de sábado por la noche") es el ciudadano alemán bien intencionado que se deja arrastrar por la crisis de la época, y por sus gestos y cuerpo pasa la catástrofe. Víctor Montero, ("El automóvil amarillo") es el amigo judío que desde Estados Unidos observa con terror la fuerza de las ideas racistas y aniquiladoras. Las frases de las cartas cincelan esta transformación, dan registro de la pérdida de comunión y de los miedos de una época.
"Paradero desconocido" no es solo una historia sobre el Holocausto, y lo es desde un flanco distinto, sino también exhibe el proceso por el cual los fanatismos inoculan y destruyen las relaciones humanas. La amistad prístina entre Schulze y Eisenstein no sufre más accidentes que la fuerza de los fanatismos externos que los convierten en enemigos. El discurso de Hitler se convierte en el discurso de millones de alemanes que no solo creen en sus palabras, sino que las hacen suyas, y ahora Schulze ve a su amigo como el ciudadano culpable y le escribe con falta de tacto, frialdad, firmando con un timbre. A mayor alcance el conflicto, menos extensas las cartas. La sintaxis del odio invade la correspondencia, pero no la interrumpe convirtiéndose en un peligro para ambos; momento en que la obra toma forma de thriller .
Por otra parte, cuando llega el momento de la solidaridad, la hermana de Max, Griselle, ha ido a Berlín. Sabemos, además, que entre ellos ha habido una relación de amor clandestina, por lo que el hecho de que toque su puerta es particularmente duro. Pero la obra depara más sorpresas, con un Max, desde California, que con sed de venganza construye una estrategia que entrelíneas se convierte en un artefacto explosivo.
La obra se presenta en la Corporación Cultural de Las Condes, que lleva un par de años con su nueva sala de teatro. Es un espacio cómodo, con una cartelera en marcha blanca (con aciertos y desaciertos) y que todavía debe perfeccionar los elementos técnicos como escenografía y luces. Por ejemplo, la iluminación se ve algo rígida sin dialogar con el ritmo de la obra y siendo algo básica.
Una obra breve, con una trama perfecta como un reloj, con excelentes actuaciones y bien conducida, que nos muestra las porosas y arrasadoras fronteras del fanatismo, siempre al acecho, ahí a la vuelta de la esquina.