CUANDO EL NEGOCIO PROSPERA, HAY QUE EXPANDIR LOS HORIZONTES. Netflix lo sabe y es por eso que decidió abrir una sucursal de su serie "Narcos". Ya contadas las tres temporadas con la historia de Pablo Escobar y su imperio de cocaína, ahora "Narcos" cambia el país y la droga, poniendo el ojo en el ascenso de un cartel de marihuana operando en Guadalajara bajo el mando de Diego Luna, y en paralelo, la historia del policía idealista Michael Peña tratando de desbaratar la operación. Como siempre en este tipo de historias, hay mucha violencia, corrupción y obstáculos que sortear en ambos frentes, con una tensión amplificada por la promesa del choque de ambas líneas argumentales. Y aunque la producción y las actuaciones son de alto nivel, la historia parece no encontrar el rumbo, y toma direcciones insospechadas cada vez que está empezando a entrar en tierra derecha. Con todo, los lugares comunes de este tipo de historias siguen siendo altamente disfrutables (los abusos del cartel, la corrupción que obstaculiza la ley, los pormenores del "negocio en expansión"), y los capítulos se suceden sin mucha resistencia. Así es que, pese a las promesas que no se cumplen con la rapidez que uno quisiera (si es que se cumplen), el atractivo del mundo narco "basado en hechos reales" sigue intacto, y los peligros que amenazan a todos sus personajes (nos caigan bien o no) es un gran combustible para quemar ese escaso tiempo libre.
Estreno: Hoy en Netflix.