SON ESCASAS LAS VECES QUE UN RESTAURANTE, ANTES DE UN MES DE ABIERTO, SE PLANTA CON UN CARÁCTER TAN DEFINIDO Y UN SABOR ALUCINANTE. Porque sorpresa pura y grata es la que queda tras visitar Le bistrot viet, el más reciente local que hace de esta fresca gastronomía su bandera en el barrio Lastarria. En una experiencia perfecta, con atención rápida e informadísima, los tiempos de la cocina sin esperas y en un ambiente que combina lo oriental y lo francés. Valió la espera de meses a que este local abriera sus puertas y, por lo mismo, porque esperamos que se convierta en lo que es: un clásico instantáneo. Es recomendable que reserve antes de ir.
A diferencia de otros restaurantes vietnamitas de la capital, aquí hay mayor variedad y apuesta. Es cosa de terminar la experiencia con un café coronado con sabayón -una espuma de huevo relajante y tibia, $3.500-, que es un detalle más, junto a las limonadas de verdad (aún no cuentan con patente de alcohol) y pañitos tibios para limpiarse las manos tras los aperitivos, en este caso una tabla de nems fritos ($13.900). Estos rollitos, rellenos de jaiba, camarón y pollo, vienen con su respectiva salsa y hojas de lechuga y abundante menta, para envolverlos antes de darles el bajo. Hay también huevos marmoleados al té, ravioles fritos y chicharrón de chancho como para empezar.
De los fondos, y ojo que hay una abundante oferta vegetariana, cuentan con la mejor sopa pho de la capital, la más sustanciosa y aromática encontrable. La hay en formato medio y completo ($8.300), que es GRANDE, con abundantes fideos planos de arroz, láminas de vacuno y minialbóndigas de carne también, las que pueden untarse en una salsa agridulce. De comparsa trae unos dientes de dragón, más hojitas y gajos de limón para aumentar la frescura y el aroma. Otro plato fue un cuenco con fideos delgados (bunbo, $8.400), con carne salteada, cebolla picada, pepino y maní, lo que hay que mezclar con el aliño que va en el fondo del tazón (esto, para no mojar los trozos de nem fritos que van coronando la mezcla). Fresca y sabrosa es esta ensalada. Un poquito más pesado, porque es fritura, es un panqueque de harina de arroz relleno con chanchito, harto camarón, cebolla y diente de dragón, el bánh xèo ($9.400). Pero -y esto es lo que se ama de esta cocina- se le suma liviandad al cortarlo y envolverlo en hojas de lechuga con albahaca.
De postre, porque cuando todo es perfecto no se puede evadir, una crème brûlée con coco ($3.900), una mezcla entre el recetario colonial francés y el local. Como lo es un plato que quedará para la próxima: salmón caramelizado en Pepsi Cola (junto con hartas exotiqueces de la carta).
Ojo, que en este restaurante casi todo es orgánico y no usan glucamato monosódico, ese intensificador del sabor que deja la lengua como toalla a posteriori. Si a esto se suma la presencia de una distinguida dama que recorre las mesas, explicando con gran simpatía y conocimiento de qué se trata todo esto, el viaje está más que completo.
Padre Luis de Valdivia 327, 2 3248 3271.