Para el que no lo sepa, y no es pecado tampoco, Quintay es una caleta y exballenera que queda a una hora y media de Santiago. Antes del desvío hacia Algarrobo, yendo en dirección desde Santiago a Viña, hay que tomar hacia la costa y ya: así se llega -tras unos cuantos kilómetros de puro verdor- a un pequeño estacionamiento pegado al mar, donde es mejor ser tempranero para calzar con algún espacio. Quienes estacionan no son muy avispados, por lo menos en esta ocasión, porque dejaron el auto semiatrapado tras unas motos al volver del almuerzo. Igual cobraron menos porque no habían atinado. Bien por ellos.
De hartos locales con una magnífica, sí, gloriosa, vista al mar, se optó -tal vez por la poesía de su nombre- por el Miramar. Instalados en su gran terraza, con esa brisa que desestresa, se escogió de una pizarra con los platos disponibles. Igual no tenían un vino de los ofertados, un Quintay (era cosa de borrarlo nomás), y no ofrecieron, como sí a otras mesas (que uno es sapo, ¿no?), erizos y vieja, el pescado. Eso da pica, ojo.
Al mismo tiempo que una panera con panes fresquitos y tibios, un pote de pebre y mantequilla, llegó un perol con machas a la parmesana ($9.990). Harto queso y crema, lo que es un poquito criminal, pero con abundantes lenguas rosaditas y blandas. Hay que dosificar lo lácteo con la cuchara nomás.
De fondos, una sopa marina ($8.190) borboteante que merece darse la vuelta por este lugar: aparte del caldo, abundantes mariscos (y choritos no mini), mucha carne de jaiba, una presa de congrio y un loco. Una comida completa, difícil de comerse completa. Junto a esta maravilla -mientras se veían pasar presas fritas de crujiente aspecto-, un plato con cinco locos de tamaño mediano, con uno más grandecito, realmente blandos ($12.000), acompañados de ensalada surtida. Y vaya una crítica: cuando se tiene la oportunidad de comer algo así de bueno, no les cuesta nada poner mayonesa hecha en casa. Esa de mentira, no, por favor. Y si el temor es la salmonela, existe huevo pasteurizado, "por siaca".
Con los tiempos de atención harto veloces, baños bien limpios y luminosos (se ha sufrido en este ítem en otras picadas), plato de salchichas con agregado para el mañoso y esa vista al mar, todo suma para desviarse de la carretera en estos días de asueto.
Caleta Quintay, (32) 2362046.