En cocina, esto se traduce así: "menos es más". Y el ejemplo excelso de esta verdad es la cocina italiana,cuya sencillez y falta de prosopopeya, rasgos de la mayoría de sus platos, los ha hecho favoritos en todo el orbe. Y esto se aprecia, sobre todo, en los platos de pasta, donde resulta admirable que con tres o cuatro elementos, sobre todo hierbas y simples aromas, se logra resultados magníficos.
Hemos visitado el "pastificio" Val D'Aosta, cuyo propietario tiene muchas décadas de oficio en Santiago, y atiende como anexo un pequeño restorán cuyo mayor encanto es la falta de pretensiones. En su carta no hay más que una docena de platos de pasta, ya sea
asciutta (o sea, con solo salsa) o rellena (ravioli, etc.). Y un antipasto y un par de postres. Carta de vinos, breve (recomendamos el Lambrusco, tan agradable, fácil de tomar y tan desconocido entre nosotros). Atención del propietario y de su cónyuge, mientras otros parientes hacen la cocina. En la mesa, pan y ricota hecha en casa, de una gran calidad, cremosita, como debe ser.
El antipasto estuvo compuesto por tajadas de buen prosciutto y de queso grana padano, más algunas aceitunas, rebanadas de tomate y hojas aliñadas de lechuga ($8.500). Buen comienzo para los platos, que no tardaron en llegar (ese día había poco público).
El primero fue de fantásticos ravioli de espinacas, con mantequilla a la salvia ($9.800): sin lugar a dudas, los mejores ravioli que hemos comido en Santiago; masa perfecta, cocción perfecta, relleno sabrosísimo, con intenso aroma a salvia, que es incomprensiblemente mezquinado en otras partes; pero todo dentro de una armonía de sabores perfectamente bien lograda.
El segundo fue de tortelloni rellenos con salmón y cubiertos con salsa de nueces ($9.800): este fue un plato delicado, en que el sabor del pescado está muy presente, pero de modo discreto. Y la salsa de nueces, cremosa y fina, hizo que el conjunto fuera delicioso.
Entusiasmados, pedimos a continuación spaghetti alla putanesca ($11.500), cuya pasta fue perfecta, pero que ofreció lugar a reparos. En Italia, la salsa tiene la misión de saborizar la pasta, pero aquí el volumen de ella era casi igual al de la pasta. Comentamos el hecho y, como suponíamos, se nos dijo que el cliente chileno pide mucha, mucha salsa, y puesta encima de la pasta, como suele verse en fotografías de pasta estadounidense. Bueno, es comprensible que el restorán quiera satisfacer a los clientes algo ignorantes que suelen acudir a él; pero echamos de menos esa sobriedad itálica que hace tanto bien a la pasta. Además, echamos de menos el perejil picado gruesamente por encima, y un sabor más intenso de ajo y de anchoas.
El tiramisú de postre ($3.000) fue un poco más dulce que lo conveniente. En Italia no es tan dulzón.
Corrigiendo un par de detalles, buenísimo.
El Aguilucho 3510, Providencia. 2 27106718.