CUANDO UNO SALE A COMER, ESPERA ENCONTRAR BUENOS COMESTIBLES y que los bebestibles estén más o menos a la altura. El ideal es que ambas cosas sean buenas. Pero nos hemos encontrado con un lugar, José Ramón 277, de Vitacura, en que se ofrece una cantidad de bebestibles (cervezas y vinos) de buena calidad, junto con una comida que no lo es. Es un lugar "juvenil", una sanguchería, en que se supone, parece, que el público viene atraído, sobre todo, por las cervezas. Nuestra experiencia fue la siguiente.
Comenzamos pidiendo dos cervezas de una bien nutrida oferta, y debemos decir que la cerveza negra Hess Oat Meal Stout, de la que pedimos un schop de ½ litro ($4.000) fue excelente: recordamos algunas cervezas irlandesas que aprendimos a gustar por aquellas latitudes (en Chile la "malta" nunca ha tenido buena prensa...). Y catamos también una Kross Pils ($4.000), tipo lager, que resultó también muy buena. Bien, por quienes las fabrican (el mérito es de ellos).
Pero la comida dejó mucho, mucho que desear. Primero, un crudo decepcionante ($7.200): carne molida al centro de un plato no muy grande (donde fue difícil maniobrar en la mezcla), rodeada con los ingredientes que suelen entrar en este condumio: pickles picados, hierbecitas, cebollita picada, etc. Para condimentar, unos potes de mostaza poco corrientita, limón. Y, en la mesa, ají, algún ketchup, sal y quizá algo más. Buena cantidad de buenas tostadas para acompañar lo que resultara de nuestra habilidad para montar el crudo... Uno espera que la preparación de éste sea hecha en la cocina y exhiba la maestría del chef. No fue así aquí, con esta especie de crudo do-it-yourself .
El lugar parece destinado sobre todo a una juventud que, más que comer, picotea. Por lo que pedimos las "papas choras" ($7.800), con la idea de ver llegar alguna variación de "papas bravas", que se suele preparar bien en esta plaza. Apareció un gran lebrillo caliente colmado de papas recocidas (ultracocidas), mucha carne deshilachada, rebanadas de chorizo, y una mancha de... mayonesa fría puesta por encima (en obsequio del gusto "chancho", como dice nuestro vecino de columna). Poco agradable revoltijo.
Y como se trata de una sanguchería, pedimos un sánguche de lengua ($6.700), pensando que una buena lengua hace perdonar casi todo. Mal haya: la lengua estaba seca y algo dura (fatal en una lengua), y venía oprimida por estratos de queso derretido, cebolla caramelizada, tomate, salsa tártara... Destapar el sánguche fue contraproducente; el amontonamiento de cosas heteróclitas y de poco atrayente aspecto no hizo sino terminar de desacreditarlo. ¡Qué mescolanza ilegible!
La leche asada estaba bien hecha por un lado, y hervida por el otro. Quién entiende.
Lo central en este lugar es el bebestible: muy buenas cervezas. El comestible es un accesorio. Más hubieran valido unas papas fritas, unos maníes, para realzar las cervezas.
Vitacura 3396, Vitacura.