El sistema educacional está excesivamente centrado en evaluar los resultados de la los niños en sus aprendizajes, lo cual incluye profesores y padres. Se nos olvida que ser evaluado nunca es una situación neutral y que siempre provoca ansiedad. Es así que cuando hay muchas y muy difíciles evaluaciones, ellas pueden resultar nocivas para el bienestar emocional de los niños. En ocasiones, ser evaluado se transforma en una fuente de estrés, inclusive para quienes son buenos estudiantes, y para qué decir de aquellos alumnos con dificultades, para los cuales resulta una experiencia aún más estresante. El estrés que se produce cuando las exigencias en las evaluaciones son muy altas, no solo provoca sentimientos de malestar, sino que puede afectar el sistema inmunológico de los niños, llegando a producir cuadros psicosomáticos.
Aun cuando los adultos no quisiéramos dañar emocionalmente a los niños, el daño sucede inevitablemente cuando las evaluaciones son muy frecuentes y los contenidos incluidos son muchos y muy difíciles. Los sistemas de evaluación no pueden estar centrados en "pillar" a los niños en sus carencias y debieran ser concebidos como una oportunidad de enseñanza-aprendizaje. Obviamente, no se busca dañarlos con excesos de pruebas y trabajos complejos en un mismo día y tampoco de llenarlos de miedo ni de sentimientos de incompetencia.
En el artículo "La evaluación para el aprendizaje: nuevos escenarios", de Aldo Gino Montenegro, publicado por la revista Repsi, se analiza en detalle el capítulo "Patología de la evaluación educativa", de Miguel Santos Guerra, autor que tiene una postura crítica de los sistemas evaluativos a los que se somete a los alumnos. Algunas de las críticas más importantes del autor son que la evaluación está centrada en los resultados, sin prestar atención a los procesos. Se evalúan solo conocimientos, prestando poca atención a las opiniones de los estudiantes y a su estado emocional. La evaluación es principalmente cuantitativa, obviando los aspectos cualitativos del aprendizaje. Muchas veces se utilizan instrumentos inadecuados y que tienen escasa validez.
Se evalúa para controlar más que para reorientar los aprendizajes. Que un niño aprenda no es solo su responsabilidad, sino también de los adultos encargados de enseñarle.