CIERTA VEZ EN ZÚRICH, CIUDAD SERIA Y FINANCIERA, abordamos el
chuchichäschtli, tranvía turístico donde sirven un almuerzo "regulareque". Había también, en el valle suizo de la Engadina, un recorrido en tren que no tenía otro fin que comer en movimiento. Y hemos dado en Santiago con este lugar, el Giratorio, en que se experimenta con lo mismo: comer mientras cambia el paisaje. La verdad es que hemos terminado convencidos de que el único viaje compatible con una buena mesa es el viaje por el tiempo, no por el espacio.
Porque eso de mirar a Santiago (ciudad fea) desde arriba, que es como mirarlo mientras está en enaguas (se ven todas las indiscreciones de los techos y patios de Providencia), no compensa la calidad limitada de lo que se come. El servicio es razonable (aunque casi hubo que chicotear la llegada de los fondos), la lista de vinos, también (aunque un poco caros). Pero decididamente hace falta cuidar la cocina, para que los que van allí arriba encaramados coman (sustantivo) mientras miran (adjetivo), y no al revés. Porque tal es la idea, ¿o no?
Ambas entradas fueron aceptables: unos camarones fritos casi en tempura, con una salsa tártara bien hecha ($9.200), y un muy novedoso pulpo crocante, o sea, blandas rebanadas también fritas en ese casi tempura ($11.500), puestos sobre una sarsa criolla entonada con algo de jengibre, pero cuyo cilantro picado revelaba que se había hecho el día anterior o hacía mucho rato: el cilantro es traicionero, se aja casi segundos luego de cortado. Y la impresión de "del día anterior" no es nada agradable...
Los fondos no estuvieron muy bien, dicha sea la verdad. Los escalopines Farellones no eran escalopines, que han de ser delgaditos; estos eran gruesos y llegaron menos cocidos que lo pedido (tuvieron la gentileza de cocerlos más y recomponer el plato). Venían acompañados por papas rellenas con queso y algún camarón extraviado... ($15.800). La salsa de merlot no estuvo mal, pero tampoco bien: menos espesante y más carácter la hubieran entonado.
En cuanto al filete Giratorio ($15.800), se trata de un cachopo asturiano no muy bien logrado (o sea, un trozo de bistec doblado sobre sí mismo y relleno con jamón y queso). Este filete, que llegó a punto, tenía poco relleno, y la salsa que lo rodeaba no tenía ningún rasgo identificable aparte de su insipidez. Las papas salteadas al romero no tenían ni asomo de romero.
Pero, como comentario común para ambos fondos, diremos que llegaron... tibiones: ¡eso sí que es difícil de justificar! Por suerte, se lo puede rectificar para la próxima vez (si es que esta se da).
Postres: un trifle inglés (denominado simplemente trifle por el garzón) bien hecho, pero con el bizcocho poco blando ($5.500) y un canelón Giratorio: un cucurucho frito relleno con ricota. Dejamos la mitad: no valía la pena el esfuerzo.
Providencia 2550, Providencia.