HACE POCOS AÑOS ABRIÓ EN NUEVA PROVIDENCIA un local llamado La mensajería. Se veía normalito y con una vocación declarada por lo chileno que, a estas alturas, es tan novedosa como usar la tipografía de los letreros antiguos de micro (remítanse a los primeros Emporio La Rosa, a comienzos de siglo). Pero contra todo prejuicio lo hacían inusualmente bien, en particular con la masa, con empanadas y dobladitas de masa crujiente. En fin, eso es historia pasada. Se mudaron al edificio Titanium y, hace poco, abrieron un local en calle Lastarria, donde -a la luz de un par de visitas- se están gastando la línea de crédito de su bien merecida fama.
En una primera visita, el personal conversaba al lado de la caja. Elles (lenguaje inclusivo) sí lo estaban pasando bien. Se probó una empanada de pastelera ($2.400), de contenido rico pero con la masa blandengue, al igual que unas dobladitas. Pero el punto más bajo fue un charquicán ($5.400) que venía tibio tirando a frío, con una nota algo ácida en su sabor y coronado con un huevo casi calcinado. Un shock casi a nivel de trastorno cognitivo.
En una segunda visita las cosas no mejoraron. Primero, no tenían churrasca, un tipo de pan campesino planito que es un caballito de batalla del local. Mal. Tampoco tenían churrasco ni la fricandela vegana en su oferta de sánguches. Y estamos hablando de una carta que ocupa una hoja por ambos lados (y que podrían cambiar cuando esté tan manchada como la de este caso). Al pedir una limonada con endulzante, se explicó que se hacía toda con azúcar. Y con jengibre, por lo menos en teoría, porque de su picor nada de nada al final. Solo venía con algo de menta en proporciones homeopáticas.
Para empezar, una empanada de chupe de locos ($2.800), en la que el grosor de la masa -poco rígida nuevamente- tapaba el sabor del relleno, que traía sus pedazos reconocibles del bicho marino. De fondo, un sándwich de mechada italiana ($6.200) en una doblada grande. La carne seca y la palta bien hilachienta, hasta algo negruzca. Acompañaban hartas papas fritas, de esas precongeladas.
En medio del mastique, la señorita que atendía consultó si todo estaba bien. ¿Les ha pasado que su dentista les mete conversa en mitad de la eliminación de un nervio (tú no, Héctor)? En fin.
Para terminar, unos calzones rotos ($2.400) cuya masa venía... ¿es necesario decirlo nuevamente?
José Victorino Lastarria 160, 989213868.