LOS NOSTÁLGICOS (Y MÁS VIEJOS, TAMBIÉN) podrán acordarse de aquellos tiempos en que la cocina peruana era escasa en nuestra capital. Cuando había que ir a un local pequeño y hasta incómodo en calle Lastarria, al Cocoa, que luego recaló en Antonia López de Bello, antes de desplazarse a las alturas para luego instalarse en la medianía de Vitacura, en un local bien grande y multipropósito, con menos de íntimo, pero con la misma cocina. Tal vez lo amplio redundó -por lo menos en esta experiencia- en un servicio algo disperso y con una demora de quince minutos para recibir la cuenta, con apenas seis mesas ocupadas. Eso, y que no respondan a la brevedad los teléfonos para reservas, por lo menos en este caso, dan pie para un sincero y más que merecido refunfuño.
Pero también, cuando se puede comer allí un plato escaso y hecho con sabrosura, como es el pato a la norteña ($13.500), se pasa lueguito el rechinar de dientes. Porque la presa del plumífero con su piel crujiente, nada de seco, servido sobre arroz al cilantro con choclo grueso y arvejitas, es una gloria. Y es un plato que se sale del canon replicado en otros restaurantes peruanos. Aplauso por ello. Y por eso es uno de los 100 platos que hay que comer en Santiago, seleccionado para un libro de próxima salida, gentileza de la editorial de El Mercurio y este servidor.
Y ya, dejando el autobombo, es destacable un trío de cebiches ($13.000), en el que destacó uno de pescado que no era reineta. Oh, maravilla. Es posible. Así es la corvina: otro sabor, otra textura, otra cosa. Adjuntos, uno de camarones ecuatorianos (que ya se saben fomes) y otro de pulpo y ostión con toques de salsas nikkei algo intensas y pegotes. Les faltó más cítrico, por favor.
El otro fondo, junto con mentado pato, fue un trío de causas ($13.000), lindas y ricas. Una con pulpo al olivo, otra de pescado acebichado con sarza criolla y otra de camarón. Tres sabores bien tremendos y distintivos, una felicidad replicada.
Para terminar, un trozo de la ya mítica torta aldeana del Cocoa ($4.200), un ejemplo de sutileza, dulce sin ser relajante. Con el café, la boleta demorada y un estacionamiento fácil para la zona, gentileza del centro comercial Paseo Tamarugo, en el que este restaurante se ha arranchado.
Vitacura 4607, local 9. 2 2952 1753.