"SI ES O NO INVENCIÓN MODERNA, / vive Dios que no lo sé,/ pero delicada fue/ la invención de la taberna". Pocos versos son tan atinados como estos de Baltazar del Alcázar. Por eso es que hemos corrido a conocer la recientemente inaugurada Taberna, en Viña del Mar, sita en una casa "cuarentera", que es, quizá, la mejor época de la arquitectura viñamarina: estilo "barco", con ojos de buey, bow windows redondos y, en fin, inconfundibles rasgos del art déco en sus postrimerías. El acento de la carta es español: breve, sensata, sin grandes pretensiones.
Para compartir pedimos una croqueta de carne, de buen porte, de buena consistencia, sabrosa ($1.990); un par de baos rellenos con carne mechada y hortalizas ($5.300), que son esos bollos chinos hechos con harina de trigo, rellenos con diversas cosas (aquí toman la forma de un panqueque grueso doblado sobre sí mismo para contener el relleno): buenos, pero sin novedad; y un Huevo del rey ($ 4.900), que resultó la mejor de las entradas: huevo pochado puesto sobre un muy suelto puré de papas, con trozos de pimiento, de espárragos y trocitos de jamón serrano frito. Agradable mezcolanza.
La espera de los fondos comenzó a inquietarnos: aunque fuimos los primeros comensales en llegar, hubo otros que llegaban, comían y se iban. Ominoso. Pero, en fin, llegaron. Un salmón del Pacífico con salsa de mango y contorno de diversos tipos de quínoa ($9.900): el salmón, excesivamente cocido, incluso para el gusto chileno (en Chile se lo pide bien cocido, pero todavía jugoso; el nuestro estaba seco) y las quínoas, algo crocantes y secas, cosa que no resulta agradable al masticar. Por su parte, el rabo ibérico con papas ($7.990) llegó deshuesado, con la carne deshilachada y seca, incorporada en una torre redonda donde las papas hacían de pegamento, rodeada por una salsa, reducción del jugo, enriquecida con algo de chocolate (con más de este hubiera tenido más carácter). Definitivamente, el rabo de toro se aprecia mejor cuando viene con sus huesos, y se puede paladear su consistencia algo gelatinosita. La que probamos no parecía carne de rabo, aunque lo fuera.
A los postres, fue Troya. Veinte o más minutos esperando un simple tocino de cielo, que obviamente está hecho con antelación y no hay más que porcionar y traer, y un helado, que tampoco se hace "a la minuta"... Nos fuimos sin esperarlos más. Cuando estábamos poniéndonos "el paletó", llegó una señorita corriendo con ellos y con excusas por el atraso; pero el desagrado de la excesiva dilación nos impidió comerlos. Y no le recordamos a esta niña la parábola de las vírgenes necias que llegaron atrasadas a las bodas, por no estar seguros de su aplicabilidad al caso.
Revisen la cocina (puntos de cocción, salsas). No innovar en lo inmejorable (como el tradicional rabo). El servicio requiere urgente cirugía mayor o habrá naufragio.
5 Norte 536, Viña del Mar.