Asistimos con preocupación a una disminución de las conversaciones en todos los ambientes, entre los niños, entre los padres y sus hijos, y entre los amigos. Las interacciones verbales o escritas están cada día más telegráficas y ello le resta profundidad al análisis de los temas y contenidos. Cuando los niños están juntos, prefieren estar conectados a sus celulares que participar en una conversación entre ellos. Mirar un patio de adolescentes en un recreo es a veces desolador por la falta de comunicación que se observa entre ellos. La inteligencia lingüística, descrita por Gardner como la capacidad especial para comunicarse, sin duda se ve afectada en su desarrollo cuando están disminuidas las interacciones verbales, al utilizarse un lenguaje cada vez más reducido.
El lenguaje es una herramienta esencial de la comunicación y su adquisición marca un antes y un después en la interacción del niño con el mundo y con los otros. Desarrollar competencias para comunicarse favorece la creación de vínculos entre los niños y con los adultos, en la medida que permite hacer una narrativa de las experiencias, expresar sus emociones y creencias. Un niño que desarrolla su inteligencia lingüística está en condiciones de expresar los hechos que presencia, las ideas que tiene y los sentimientos que experimenta en un discurso coherente. El lenguaje entrega la posibilidad de transformar las experiencias en palabras y en historias. Además, tiene un gran poder para organizar el pensamiento y, de esa manera, clarificar las ideas.
Para desarrollar sus competencias lingüísticas, los niños requieren conversar, ya sea con adultos o con otros niños. Es a través del diálogo que pueden transformar sus experiencias en palabras cada vez más precisas y en relatos que podrán hacer comprensibles para los demás. A su vez, les abre las puertas para captar el significado del relato de los otros.
La lectura constituye una forma privilegiada para ir desarrollando la inteligencia lingüística. Leer no solo aumenta en forma significativa el lenguaje, sino que da acceso a diferentes formas de pensar y de expresarse, enriqueciendo el mundo interno y ampliando los temas de conversación.
La lectura abre las puertas a la imaginación, que como planteaba Einstein, es el verdadero signo de la inteligencia.