EINSTEIN ES UNA FIGURA FASCINANTE desde el momento que revolucionó las nociones del espacio y el tiempo con la Teoría de la Relatividad, entre otros hallazgos. Además, es un hombre que habitó momentos cruciales del siglo XX: huyó de la Alemania nazi en 1933, estuvo involucrado indirectamente con la bomba atómica, vivió en Estados Unidos en plena Guerra Fría y fue contrario a la carrera armamentista impulsando ideas pacifistas.
No es primera vez que Einstein está presente en un escenario local. En 1995, con varias reposiciones, Nissim Sharim protagonizó una obra, en formato monólogo, de Gabriel Emanuel, que transcurre durante el día en el que el científico cumple 70 años, con reflexiones cotidianas y de fuerte contenido ético. Esta vez, al Teatro UC, llega la pieza "Relatividad" del dramaturgo estadounidense Mark St. Germain, bajo la dirección de Héctor Morales ("Canario"), y tiene a Tito Bustamante ("Inútiles") en el rol protagónico del conocido científico con una obra que pone en jaque su mundo privado.
La pieza abre con un paranoico o asediado Einstein que vive en el campus de Princeton y mira por la ventana cómo agentes del FBI inspeccionan su basura. Es 1947 y la Guerra Fría tiene al mundo bajo sospecha y el científico cree que lo espían por sus vínculos con el comunismo. Por ese motivo es suspicaz con la periodista que insiste en entrevistarlo, pero con ella ya en su estudio aflora el Einstein seductor que intenta agradar a esa joven mujer con comentarios ingeniosos hasta que ella lo acorrala con información confidencial. Desde ese momento, la dinámica cambia y es ella quien logra exasperar al genio que protesta: ¿Esto es una entrevista o un interrogatorio?
La trama gira en torno a un capítulo silencioso de la biografía de Einstein, la existencia de una hija prematrimonial con su primera esposa, Milena. Una hija que no se sabe si murió por la escarlatina o fue dada en adopción. La pieza dramática se la juega por la última opción, y va poco a poco desnudando el motivo del acercamiento incisivo de la joven mujer. Margaret ha llegado hasta allí para hacerle una pregunta fundamental: ¿por qué fue abandonada? La respuesta, por supuesto, complica al científico, y a continuación, nos adentramos en los dilemas de este hombre. En este punto la obra se mueve en un delicado equilibrio entre ser un tribunal moral o mostrar la complejidad de los seres humanos. Sabemos que las personas están hechas de luces y sombras, y quizás, en personas superdotadas, esos contrastes son más exacerbados.
A primera vista, se podría juzgar a Einstein como un mal padre, un ser misógino, misántropo, mujeriego y cruel. A modo de pruebas está el contrato nupcial que firmó con su primera esposa, Milena, donde estipulaba que le sirviera la comida en su estudio, no le hablara, le dejara dormir dos noches fuera de casa, entre otros. También, en esa línea, consta la información del hijo con esquizofrenia que dejó internado sin visitarlo. Y, se suma, la primogénita abandonada. Einstein, con honestidad, vocifera que los hijos le quitaban tiempo, que su mejor período creativo fue cuando estaba soltero. Dice de los vínculos familiares: "Eran alquitrán en los zapatos".
También, no hay que olvidar, Einstein es un hombre de su tiempo, donde las esposas eran consideradas asistentes y eran relegadas al espacio hogareño; los padres no desarrollaban relaciones cercanas con los hijos, y todo se regía por estructuras autoritarias y jerárquicas. Al mismo tiempo, tampoco había comprensión y herramientas para enfrentar a un hijo con capacidades diferentes.
La dirección robusta de Héctor Morales hace que un prominente Tito Bustamante se muestre vulnerable, respirando inquieto, relatando los tormentos por su falta de hallazgos científicos, por la culpa paterna, por la confusión en sus decisiones. Humaniza a este prodigio que también recurre al humor para salir airoso de sus miserias. Y, al mismo tiempo, Blanca Lewin convence como la mujer brillante que con aplomo puede resistir ese choque de fuerzas. Cada cierto tiempo, aparece Helen, interpretada por Alessandra Guerzoni, una asistente que ha aceptado prestarle servicios domésticos e íntimos sin exigir nada a cambio. El personaje de Guerzoni es secundario pero entrega información que empuja la trama y contrapesa los juicios simplistas. Además, introduce, con un acento extranjero, el recuerdo de que son desterrados en Estados Unidos.
La escenografía de Cristián Mayorga es un acierto brillante. Dispone a los actores en un formato ovalado sugiriendo la órbita planetaria para poner a estos cuerpos -el padre y la hija abandonada- en un juego de espacio y tiempo (por cierto, hubiese sido perfecto que las butacas rodearan el óvalo). Hay dos cuerpos que se acercan y se distancian y que se superponen, en una única escena, impulsados por el vector de la herencia filial. Margaret le cuenta que su hijo parece haber heredado la genialidad de abuelo, con un coeficiente intelectual por sobre 190 y con la posibilidad de entrar precozmente a la universidad donde hay una estatua del mismo Einstein. Allí aparece el abuelo sentado en el piso mirando, con ternura y complacencia, las hojas garabateadas con los ejercicios matemáticos del niño. Y luego hay juegos tirando objetos al piso para explicar la gravedad o la trayectoria.
La cuestión de la vida privada de las figuras públicas aparece una y otra vez en biografías o documentales. Muchas veces los genios tienen perfiles psicológicos complejos, una mezcla de narcisismo, hiperactividad y sadismo. Un exceso de poder que es fomentado, en parte, por la pleitesía de quienes los rodean. Einstein se pregunta, como si fuera incompatible, qué tenía más sentido: aportar a la humanidad con sus conocimientos o dedicarse a ser un buen padre. Más que juzgar a Einstein, debiéramos reflexionar sobre nuestras propias omisiones y egoísmos. Aceptar que la ecuación íntima más compleja que debemos resolver es esa que nos divide entre el yo y los otros de carne y hueso, porque sin duda, tal como dice el Premio Nobel: "Es más fácil amar a la humanidad que a las personas".
Es 1947, la Guerra Fría tiene al mundo bajo sospecha y el científico cree que lo espían por sus vínculos con el comunismo.