HACE UNOS AÑOS, la "cocina fusión" era víctima de denuestos formidables y de un feroz desprecio por parte de los
connoisseurs. Es que parece que faltaba encontrar tradiciones que, al entrar en mescolanza, produjeran algo inmediatamente sabroso, atrayente, inesperado y chispeante. Hasta que llegó la cocina nikkei del Perú y convenció a los puristas, rezongones y malhumorados de que el revoltijo podía alcanzar altas cotas culinarias.
El restorán Temple, que se subtitula, con lamentable anglofilia, "Asian Lounge", haría mejor publicitando la orientación claramente nikkei que ha comenzado a tener ahora último. Porque eso es lo que es: vagamente "Asian", pero mucho más francamente nikkei, y más todavía: nikkeimediterraneizante.
Voilà. Con esto queremos decir que vale la pena darse una vuelta por ahí a probar sabrosuras.
Nuestra aventura comenzó de un modo que casi, casi nos irritó: que para una mesa en que hay dos comensales den sólo uno de esos
tablets o lo que sea que fueren, con el menú, y que se demoren en traer otro una vez pedido, como que lo predispone a uno en contra. Pero en fin: la solución llegó a tiempo y no alcanzó a llegar la sangre al río. Pero estén atentos...
El maguro tataki ($9.200) resultó ser un suculento plato de grandes y gruesas (bendita sea) rebanadas de atún, apenas sellado, acompañado por, oh novedad, mayonesa con wasabi, delicadamente aromática y nada picante. Es sabido que el Oriente está descubriendo la mayonesa occidental, que allá causa furor (no es por nada, naturalmente). En este caso, el plato fue una verdadera delicia. Bien, Temple. En cambio, no acertaste con la otra entrada (o nosotros no acertamos al escogerla): unos ostiones apanados y fritos ($11.100) con un potecito de salsa dulzona. Lo de la salsa está bien: hay que acostumbrarse; después de todo, hace 700 años en la Europa occidental se mezclaban en el mismo plato lo dulce y lo salado (sobre todo, a los guisos se les espolvoreaba azúcar y canela, y en Chile, la costumbre perdura con el pastel de choclo, y las humitas, y las empanadas de queso...). Pero no hubo aquí toque alguno de tempura, liviana, etérea: el ostión, que es marisco tan delicado, venía forrado en un grueso batido con el que se lo frió. Perfecta la fritura, eso sí: doradita, seca. Pero la textura y sabor del ostión desaparecieron absolutamente. Una pena. Se ha puesto de moda esto de los ostiones apanados. Mala cosa. Quizá con tempura...
El congrio ("asado") con puré de berenjenas ($14.900) fue un muy buen plato "nikko-mediterráneo", aunque apareció sin los anunciados chips de ajo frito. Y nuestro jabayaki ($13.500) resultó ser un muy peruano lomo saltado sin papas fritas, pero con camarones: nada que objetar. Sabroso, sabroso. Gran cosa, lo nikkei.
Postres adocenados: helados artesanales y torta de trufa de chocolate, con un innecesario zurungo de helado.
Resumen: recomendable.
Vitacura 2885, Vitacura