Una de las razones de visitar restaurantes sin avisar ni identificarse es para ser tratados como cualquiera. Y esta es la experiencia de un cualquiera en Pampas, una debutante parrillada argentina en Nueva Providencia:
Cuando se levanta la manito para hacer notar que ya ha pasado MEDIA HORA (y era más, pero se redondeó) desde pedidos los fondos, hay dos opciones de respuesta:
a) Partir con una disculpa (que además es gratis), demostrar empatía (nuevamente sin costo) y actuar un poco, poner cara de urgido.
b) Contestar con pachorra que son conscientes de la demora, que no ha sido media hora, que lo tienen todo controlado (perdón, pero ja) y que falta el pedido de otra mesa antes que el solicitado.
Mientras tanto, hay que consignar que algunos clientes que habían llegado después que uno ya estaban comiendo y que la mesa propia lucía los platos cochinos de las entradas durante la larga espera antes mencionada. Todo bajo control...
Lo extraño es que este fallido segundo acto no era tan esperable. Primero, porque las entradas llegaron rapidísimas: vitelthone (sic en la carta, le sobra la h, $2.500), dos lonjas de vacuno con una salsa de mayonesa con alcaparras (débil en atún), y un par de cortes de arrollado de malaya sobre una abundante porción de ensalada rusa ($2.800). Aparte del buen sabor, los precios de la carta de Pampas son una excepción en nuestro mercado. Y, hay que consignarlo: el personal del local se ve preocupado. Por lo menos con la otra gente.
Pero la demora es un ingrediente amargo. Entonces, diez minutos extra después de la respuesta b, finalmente llegaron los platos, los que fueron comidos con los mismos cubiertos ya usados.
Primero una entraña, que se pidió a punto y llegó muy hecha (bajo control... $8.900). Un par de ensaladas con hojas de lechuga lacia y berros de un amarillo otoñal. A la par, una orden de riñones y mollejas grilladas ($2.300 + $3.500), con una salsa de ajo picado mortal de rica (e in-ten-sa) y sus limones partidos. El tercer plato era un trozo de carne semi blando que no rimaba con su magnífica preparación: venía nadando en un guiso sabrosísimo de verduras -tomate, papas, arvejas, a $8.500-, con un huevo encima hecho a punto.
Los postres -entre ellos un tentador zapallo en almíbar- podrían haber sido una opción de cierre, si hubiera quedado tiempo para probarlos. Hubo que controlarse. Más.
Nueva Providencia 2034, 232116942.