En una columna anterior señalábamos la importancia de tener una actitud preventiva frente a las dificultades de aprendizaje, especialmente los primeros años de los niños. Es por eso que quisiera profundizar un poco sobre la dislexia y su impacto en el rendimiento escolar.
Hace algunas décadas el concepto estuvo cuestionado y se evitaba referirse a las dificultades de lectura como una dislexia. Probablemente, esta actitud de los profesionales se originó por un sobrediagnóstico y por temor a estigmatizar a los niños. Actualmente, hay una revisión de esta postura a partir de la evidencia de la investigación en neurociencia.
Los hallazgos que han permitido el uso de la neuroimagen dan cuenta de que, al momento de leer, los lectores fluidos y los lectores disléxicos tienen patrones de activación de zonas cerebrales muy diferentes. Los lectores fluidos activan especialmente áreas del hemisferio izquierdo, en tanto que las personas disléxicas presentan mayor activación del hemisferio derecho y presentan menor activación de las áreas occipitotemporal y parietotemporal del hemisferio izquierdo. Asimismo, los malos lectores activan el área prefrontal izquierda, que es necesaria para el análisis fonoarticulatorio, propio de las primeras fases del proceso lector. Estos hallazgos ayudan a comprender que la dislexia es una condición, no producto ni atribuible a la flojera del niño o despreocupación de la familia que no lo estimuló suficientemente. Lo que corresponde hacer para ayudar a estos niños es, a partir de un buen y oportuno diagnóstico, implementar adecuaciones curriculares y diseñar estrategias para la compensación del déficit. Nos referimos a compensación, no curación en la medida que la dislexia es una condición. La dislexia nunca desaparece del todo. Por ello, no se da de alta a un niño disléxico y, probablemente, necesitará de apoyo psicopedagógico durante su trayectoria escolar.
Rufina Pearson plantea en su libro "Dislexia: una forma diferente de leer": "Tener dislexia no siempre resulta negativo. Si miramos el hecho de que el cerebro se desarrolla en forma diferente, habremos descubierto que se desarrollarán más otras áreas que otra persona sin dislexia no necesita, porque no precisa compensar nada". Desarrollar las fortalezas parece ser la clave para superar la etapa escolar sin secuelas emocionales.