Ahora que ya no se encuentra allá, se puede decir con libertad: qué bueno que el Majestic ya no está en un mall. Es que el maravilloso aire clandestino que caracteriza a su casa matriz, ubicada en Santo Domingo con San Martín, se perdía con tanto ventanal. Pero ahora, hace menos de un año, la filial de barrio alto de este restaurante indio insiste en sus muros decorados y en que, a la entrada, las mujeres reciban un pequeño bindi en sus frentes, con el dios Ganesh de testigo. Instalado en la calle lateral de la avenida Kennedy, más o menos frente al hotel Marriot, cuenta con estacionamiento subterráneo y, yendo a lo que realmente nos desvela y alucina, con una cocina majestuosa (aparte de una música
ad hoc, suavecita).
Esta fue una experiencia sin privaciones, a la luz de lo que se fue probando. Primero, un mix de preparaciones ($14.500) hechas en el horno conocido como tandoor . Unos camarones, pollo, carne molida y prensada de cordero (fuerte, vaya), servidas sobre una cama de cebolla y con tres salsitas de variado color y sabor. De ellos, unos trozos apanados con harina de garbanzo y de color rojo intenso, fueron lo mejor. Para acompañar, una bebida dulce de yogur, el lassi.
De fondos, siempre ocurre lo mismo en los restaurantes de esta etnia tan maravillosamente culinaria: cuando llegan las fuentes con la comida se "siente" que son muy pequeñas. Error: la verdad es que son las raciones adecuadas. En este caso, un pollo sugerido por... y esto es digno de resaltar: quien atendió, Ugen, es realmente un caso de simpatía inédita combinada con buen tino. Y gracias por sugerir el pollo makhanwala ($9.900), intenso del verbo, hecho a la mantequilla con especias, pedido con un grado dos de picor, de los cinco propuestos. Fue para humanos. Otro plato, unas croquetas de vegetales en una salsa ligeramente dulce, vegetable kofta ($8.500), se habrían apreciado mejor con cero picante (recomendación de un cobarde occidental).
Acompañando, uno de los arroces más adictivos de la carta, uno con frutas y hartos frutos secos, el Kashmir pulaw ($6.900). Y un pan sugerido por míster Ugen, el tandoori kulcha ($2.900), con cebolla y harto cilantro picadito.
Con harta agua como acompañamiento, para apagar lo poco de picor, pero igual, se llegó a un mix de postres ($12.900) con gulabjamun -unas bolitas de leche frita nadando en almíbar con agua de rosas-, kulfi -helado a base de leche evaporada, con pistachos- y gajarhalwa, un postre hecho con zanahoria rallada y cardamomo. Un cierre a la misma altura, en uno de esos restaurantes donde la experiencia es francamente envolvente.
Avenida Kennedy 5.600, 232450337.