Las situaciones estresantes son parte de la vida de todas las personas y enseñar a los niños a enfrentarlas constituye un gran desafío, y cada vez surgen más iniciativas orientadas al desarrollo emocional que pueden ser de gran ayuda para los padres. Un ejemplo de ellos es el Programa de Habilidades para Sentirse Bien, de la Doctora canadiense Nadeane Mc Caffrey, que plantea un interesante enfoque para enseñar a los niños a enfrentar el estrés. Se inspiró en su propia experiencia como madre, cuando tuvo que enfrentar una enfermedad tan dolorosa como la leucemia de su hija.
El programa orientado a niños y adolescentes de 5 a 16 años consta de un libro de instructivos , un cuaderno de actividades y Dos CD. El programa está diseñado para ser realizado en noventa días, con un instructor en el caso de los niños o en forma autónoma en el caso de los adolescentes. Las sesiones están programadas para alrededor de media hora y busca familiarizar a los niños con el concepto de estrés y las reacciones fisiológicas que lo acompañan, como por ejemplo, el aumento de la frecuencia cardíaca. Se incluyen, además, ejercicios de respiración.
Se utilizan imágenes que ayudan a los niños a conectarse con los aspectos positivos de la vida cotidiana. Una forma de lograrlos es pedirles que recuerden experiencias positivas que hayan tenido en las últimas 24 horas por pequeñas que ellas sean. También está orientado a fortalecer la confianza en sí mismo.
Para nosotros los adultos a cargo, los problemas de los hijos son, sin duda, una de las mayores fuentes de estrés que puede afectar la salud física y mental. El riesgo del pesimismo es que puede ser un factor de riesgo en producir un daño en la telomerasa, que es una enzima que protege los extremos del ADN. El deterioro de la telomerasa por estados de ánimo negativos acelera el envejecimiento, de la misma forma que lo hacen una mala alimentación, el cigarro o la falta de ejercicio.
Es importante que los padres nos preocupemos de las dificultades de los niños, pero sin obsesionarse con ellos y buscando soluciones, más que quedarse pegados en la angustia o en la hostilidad. Si estamos atrapados en circuitos viciosos negativos, es importante conversar y pedir ayuda no solo por el bienestar de los hijos, sino por la propia salud tanto física como mental.