En una columna anterior describíamos, basándonos en la teoría de Goleman y Senge, la importancia de la propia conciencia en los aprendizajes. A propósito de ello, quisiera contar un ejercicio muy simple que se realiza en una escuela de New Haven como parte de un programa de alfabetización emocional. Cada mañana el profesor pide a los niños que están sentados en círculo, que expliquen a sus compañeros cómo se sienten y cuáles son sus razones para sentirse así. Este tipo de actividades, que se utiliza con frecuencia en el trabajo de desarrollo socioemocional con niños, además de aumentar la conciencia de sus emociones, favorece la capacidad para expresarlas. También aumenta el lenguaje emocional al escuchar a sus compañeros o familiares hacer una narrativa que incluye las emociones. Hablar sobre estos temas aumenta la capacidad de sintonizar con otros, desde lo emocional, favoreciendo los vínculos, lo cual acostumbra a los niños a decir lo que sienten.
Es una actividad simple que también puede hacerse, ocasionalmente, en familia cuando exista el clima apropiado para ello. Obviamente esto no puede hacerse bajo presión y si el niño no quiere participar, se debe respetar su derecho a guardar silencio.
Enseñar a sintonizarse es aumentar su capacidad de empatía y de poner atención en lo que sucede con el otro. Pero no basta con comprender lo que le pasa al otro, sino que es necesario estar dispuesto a ayudar y hacer algo al respecto.
Cuando Genaro le contó a su mamá que Elisa, su compañera de curso, estaba enferma y tenía que hospitalizarse, la respuesta de esta mamá fue conectarse con los sentimientos de su hijo y ayudarle a pensar cómo podría apoyar a Elisa en está difícil situación. Lo primero es empatizar con los sentimientos de Elisa, imaginar cómo se siente y desde allí dar paso a lo que se ha llamado "preocupación empática", que consiste en hacerse cargo de cómo estar presente y ayudar al otro en sus dificultades.
Se han descrito tres clases de empatía: la empatía cognitiva, que es la comprensión intelectual acerca de cómo la persona que tengo al frente ve el mundo y cuáles son sus modelos mentales; la empatía emocional, que es una conexión afectiva instantánea llevada desde los afectos, y la preocupación empática, que como dice Goleman, "conduce en forma natural a la acción empática, como en el caso del buen samaritano".
La sintonización no sólo hará que los niños sean mejores personas y un aporte a la sociedad, sino que los ayudará a tener vínculos que serán más nutritivos para ellos y para los demás.