Casa Luisa no es un lugar nuevo en Valparaíso, ubicado específicamente en Cerro Alegre, pero animados por una recomendación -y tras revisar los posteos en TripAdvisor- se fue a la aventura.
Se trata de una casa remodelada con aires más antiguos que hipsters: mantel, cuadros tradicionales, muebles recuperados pero no raspados. Una apuesta distinta entre tanta modernidad de catálogo. Pero lo cálido y hogareño del ambiente contrastó con una demora épica de más de dos horas para terminar un almuerzo, siendo que solo una mesa más estaba ocupada. ¿Habrá sido una excepción? La verdad es que al final, cuando hasta tuvieron que ir a buscar vuelto a otro lado (porque no reciben tarjetas y no tenían cambio), la experiencia ya daba para reírse más que para enojarse, por lo absurda.
En fin. En vez de panera, la que podría haber ayudado en la espera, llega un "abre boca" con un pedazo de queso y frutas. Y luego (bueno, media hora después) dos entradas: una sopa de tomates que se suponía tenía toques de vino y queso azul ($8.500), la que era de un dulzor dominante sin contrapeso alguno. Junto a ella un roast beef ($8.500) que no solo estaba duro, sino que venía mal cortado, como abanico. De acompañamiento, un picadillo de cebolla, aceituna y alcaparras en extremo salado.
En medio de la experiencia se ofreció vino por copas. A diferencia de algunas veces en que el exceso de datos aportado por el sommelier puede resultar innecesario, ni se informó de la inusual cepa marselan que era parte de la mezcla de uno de los vinos disponibles. Los fondos fueron un pescado y dos pastas, una de las cuales llegó tibia tirando a fría. Se trató de unos papardelles ($11.900) que supuestamente tenían algo de cúrcuma -inapreciable al paladar-, con una salsa de "setas deshidratadas" que era una intransitable planicie de sabor. Un plato definitivamente aburrido, aunque mejores estuvieron unos capelettis rellenos de pulpo ($12.900), tal vez lo mejor de este almuerzo, con una salsa de crema y vino blanco que tampoco representa riesgo alguno. El pescado bien en su punto ($12.900), pero también con intensos problemas de sal. Como estaba lloviendo y ya la sensación espacio-temporal se había vuelto forzosamente difusa, se pidieron postres (con su ya, a esas alturas, velocidad de llegada predecible). Uno de chocolate y una pavlova (a $4.900) con un coulis de huesillos que más parecía colado para guagua.
El objetivo de salir a comer es tan, pero tan sencillo: pasarlo bien.
Este no fue el caso.
Almirante Montt 533, Valparaíso. (32) 3426990.