La imagen del caballo de Troya desembarcando soldados, escondidos en su vientre de madera, circula por el imaginario grecolatino. Nos impresiona por la astucia del ardid y su naturaleza escénica en esa batalla entre aqueos y griegos. La guerra de Troya, narrada como poema épico en "La Ilíada" y, luego, como la travesía de regreso de sus héroes, en "La Odisea", ambas por la autoría, se supone, de Homero, es parte de nuestros viajes fundacionales. Idomeneo, rey de Creta, es uno de los héroes que navega de regreso entre vientos huracanados que hunden los barcos. Idomeneo ruega al dios Poseidón que le salve la vida y le promete que, si lo salva, matará al primer ser vivo que encuentre al pisar tierra. ¿Y a quién se encuentra? A su joven hijo, Idamante. Una tragedia griega en toda su norma: un hombre enfrentado al dilema de si obedecer la ley divina o la humana. A continuación vendrán todas las resistencias para torcer ese destino.
Al mismo tiempo, siguiendo la matriz de la tragedia griega, las relaciones familiares, durante la guerra, se han enrevesado. El hijo de Idomeneo, Idamante, ha sido el líder en la ausencia del padre, y lo aman, Ilía, hija del rey Príamo, y Electra, hija de Agamenón y Clitemnestra, que luego de matar a su madre, junto a Orestes, ha buscado refugio allí. Y, como es de esperar, entre ellas hay rencillas.
Esta historia inspiró una ópera, con música de Mozart y libreto de Giambattista, montada en varios escenarios del mundo. Y, también es la pieza del alemán Roland Schimmelpfennig ("Antes/Después", "La noche árabe"), quien tomó el mito griego pero explorando una ambigüedad en las versiones, con sugerencias de un hijo impostor, una trampa que resulta, una tormenta que ahoga, unas mujeres dudosas. Un caleidoscopio de monstruos, mitos, promesas y delirios. Esta es la premisa que enfatiza Manuela Infante junto a la talentosa dupla compuesta por la actriz Paly García y el actor-compositor Diego Noguera. La primera personifica un coro que invoca, desglosa y cuestiona el poder de los dioses, junto a las composiciones de Noguera, que animan este ritual y que funcionan como el texto apolíneo y la catarsis dionisíaca.
Manuela Infante siempre nos sorprende, hace ya un tiempo como solista, sin la compañía Teatro de Chile, probando formatos y metodologías en sus audaces apuestas ("Estado vegetal", "Xuárez"). En esta oportunidad logra un espectáculo originalísimo, oscilando entre el concierto hablado y electrónico. El resultado es cautivante, Paly García se luce en todos los personajes que interpreta acudiendo a múltiples registros en voz, cuerpo y vestuario. García vocifera en diferentes pistas de sonido: "Los hombres en los barcos se ahogan en las montañas de olas, los grandes barcos una vez hundidos se llenan de agua, entonces crujen verticalmente hacia las profundidades, arrastrando tras de sí un intenso velo de burbujas, con los barcos se ahogan los hombres, los soldados, los guerreros, también las mujeres, también los niños". Este naufragio narrado en voz, como un relator brechtiano, avanza en perfecta sincronía con las composiciones de Noguera que transmiten la vorágine de las fuerzas de la naturaleza sobre el frágil cuerpo de los hombres en una escenografía de fosos de luces a cargo de Claudia Yolín. Una imagen que también hace pensar en los hombres que actúan como dioses, arrogándose el poder sobre la vida y la dignidad de otros, pensando, por ejemplo, en las recientes imágenes de cuerpos ahogados en el Mediterráneo.
Por otra parte, es muy simbólico, dados los tiempos que corren, que sea una actriz quien interprete a "Idomeneo", quien se rebela contra los dioses, o al menos lo intenta, y cae en el egoísmo por su supervivencia. Y, quizás, ahí se introduce la noción moderna de la tragedia, una tragedia que no funciona en la teogonía, el orden del mundo manejado por los dioses, sino en el deseo de algunos hombres por instaurar una realidad de acuerdo a su ambición de poder político y económico.
La obra de Schimmelpfennig desacraliza la rigidez de la tragedia, el mandato del sacrificio, el poder de los ritos. Escenifica el miedo a la adversidad, el horror de causar daño a otro, la culpa y el remordimiento después de una guerra, el dictamen de destino. Para eso ensaya versiones, interpretaciones, la causalidad de las decisiones. El "Idomeneo" de Infante es ritual, es sátira política, es coro griego, es irreverencia, poesía y sentidos. Un espectáculo que nos dejará varados en la vigencia de los clásicos y la infinitud de formas de acercarnos a ellos.