En Póstumo y Sospecha Germán Marín elabora una narración permeada de preguntas que el propio narrador ya plantea en varios momentos del relato.
La primera indicación de este carácter sumamente reflexivo es el nombre que escoge para sus dos personajes principales, dos nombres inusuales al máximo, sin precedentes literarios y, probablemente, sin precedentes en los registros jurídicos nacionales, al menos. ¿Quién se llama "Póstumo"? ¿Quién se llama "Sospecha? El lector no puede sino intentar escudriñar una intencionalidad tras esas nominaciones inauditas pero a la vez tan sugerentes.
Póstumo y Sospecha es la historia de una amistad entre dos personas, a una primera mirada bastante disparejas, pero que al correr del relato se aproximan y a la vez se perfilan de modo distinto. Más que un relato, por momentos, para el lector y también para el narrador, Póstumo y Sospecha parece un ejercicio literario acerca de la construcción de personajes o bien un ejercicio literario que aboga por la importancia nuclear que tienen los personajes en la elaboración de cualquier obra de ficción.
No se crea, sin embargo, que Póstumo y Sospecha , es un relato filosófico o plagado de reflexiones metaliterarias. En absoluto. Marín se detiene en una morosa elaboración que trata de introducir la mayor concreción posible en sus personajes, con una cuidadosa construcción de los lugares, de atmósferas, del lenguaje y los rasgos físicos y psicológicos de los dos protagonistas. Esta novela se la juega por la singularidad, por alcanzar a perfilar la individualidad del modo más corporal, humano, arraigado y palpable de Póstumo y Sospecha.
Póstumo es un personaje que pertenece al universo literario que Marín ha ido construyendo a través de su extensa y meritoria obra, en un doble sentido. Por un lado, Póstumo es una víctima menor de la historia política trágica del Chile de finales del siglo XX y, por el otro, el lector podrá reconocer cómo la vida de Póstumo toca de refilón lugares y personas como Villa Grimaldi, La Bambi, El hotel Palermo, que ya habían figurado en otros de sus relatos.
Póstumo nació en el puerto de San Antonio, muy tempranamente realizó algunas raterías que lo enfrentaron a la policía y, muy joven todavía, se pasó a la vereda de la ley, parando en Villa Grimaldi, en funciones menores, como de guardia y traslado de reos, pero, obviamente, fue testigo de la violencia salvaje, la humillación atroz,
y el sufrimiento inefables padecidos en ese cuartel de la DINA, llamado el "Palacio de la Risa". En las incontables horas ociosas que le dejaba ese trabajo, Póstumo se adiestró en el juego del billar, transformándose en un capador experto. El relato lo toma, ya pasados los 40 años, cuando Villa Grimaldi y sus atrocidades son parte de un pasado que dejó huella indeleble en el personaje, dedicado en el presente a ganar dinero jugando pool en los más conocidos salones del centro de Santiago. Sospecha, a su turno, es el hijo extraviado de una familia pequeño burguesa, sin vocación para el estudio y el trabajo, aventurero y con pocos arraigos, que perdió a su madre en la infancia, con un padre que escasamente lo atiende, y que, todavía menor de edad, empieza a cometer delitos, fundamentalmente robos y hurtos. En sus fugas de adolescente Sospecha asiste al Manila, el más célebre salón de pool del centro de Santiago, donde triunfa Póstumo, gana su confianza y va naciendo entre estos dos picaros trágicos una amistad creciente, una amistad que se construye alrededor de su mutuo desamparo y soledad. La novela cuenta la urdimbre de esa amistad, la lenta decadencia de Póstumo como jugador de billar, las peripecias delincuenciales de Sospecha, sus amoríos, las cautelas y arrojos de cada cual, su ir y venir. Para relatar esta historia de una amistad "de los bajos fondos", Marín va alternando capítulo a capítulo la voz de Póstumo y la de Sospecha, quienes desde su punto de vista, van haciendo progresar la historia y a la vez muestran como Póstumo observa y considera a Sospecha y viceversa. De pronto, esa estructura a dos voces, es interrumpida sin sobresaltos, por la intervención del dubitativo narrador de la historia, pero inmediatamente, vuelve al ritmo anterior.
Póstumo y Sospecha son dos personajes entrañables, en el sentido literal de esa palabra, es decir, nacido de las entrañas y, por ende, muy difíciles de dejar de lado, queribles, como cada cual quiere sus entrañas, y, en consecuencia, para el narrador le es muy difícil terminar el relato, porque poner fin a una historia es una suerte de asesinato que propina el autor a unas entidades que, si bien ficticias, poseen un grado de realidad no menor, un vigor y vitalidad que escapa a los designios del autor.
Sin duda, otra bella novela de Germán Marín.
GERMÁN MARÍN
SANTIAGO, 1934
Cuentista, novelista y editor chileno. Su primera novela Fuegos artificiales apareció en 1973. En 1994 publicó la novela Círculo vicioso, primer volumen de la trilogía "Historia de una absolución familiar", de la que también forman parte Las cien águilas (1997) y La ola muerta (2005). Es autor, además, de las novelas Ídola (2000), Carne de perro (2002), Adiciones palermitanas (2016) y Tal vez sí, tal vez no (2017), entre otras obras.