"Atar cabos" es, sin duda, una expresión poderosa, que da cuenta del poder de la mente para descubrir cómo se explican y vinculan ciertos hechos, cerrar gestalt incompletas y entender situaciones que de otro modo serían enigmas. Muchas veces la educación intenta hacer aparecer, ante la mente de los niños, las situaciones como algo comprensible y resuelto. Esto deja poco campo a la imaginación, a que los niños hagan conjeturas y puedan atar cabos.
Juan José Millas, el ingenioso escritor español, en una columna del 4 de mayo del 2018 escribió: "Atar cabos, he aquí una expresión acertadísima. Describe lo que ocurre en la cabeza de alguien cuando se asocian dos o más hechos alejados en el tiempo o en el espacio. Algo se abrocha de súbito en un clic mental que ilumina un suceso oscuro". Estudiar consiste en atar cabos. Cuando algo que leíste en un libro de historia se completa con algo leído en uno de matemáticas, se ata un cabo. Una buena enseñanza debe dejar espacio para reflexionar y armar el puzle que es la realidad, no solo asimilar la información en forma precocinada. Para ello es necesario contar con herramientas flexibles e introducir variedad en la forma de enseñar. A modo de ejemplo, la utilización del humor es una forma legítima de aprender y de desarrollar el potencial cognitivo. En el humor, la comprensión del chiste pasa por entender algo que está implícito y que quien lo escucha debe hilar para disfrutar en plenitud su significado. Además de esta ventaja del humor en el desarrollo intelectual, están sus documentados beneficios para la salud y en la generación de vínculos afectivos. Jugar puede ser otra excelente manera de desarrollar la capacidad de atar cabos sueltos. Juegos como los de detectives pueden ser mejores que otros más tecnológicos, ya que obligan a los niños a hacer conexiones para descubrir, por ejemplo, quién es el asesino. Ciertamente está mejor preparado para la vida quien es capaz de atar cabos con cierta rapidez. Tomará mejores decisiones y se defenderá mejor, ya que podrá percibir el lado oscuro de la vida, anticipar que las situaciones son siempre más complejas de lo que uno se imagina y, de esa manera, hacer el clic mental al que se refiere Juan José Millas en su columna.
No demos siempre a los niños respuestas hechas. Démosles pistas para que puedan inferir soluciones posibles, dejemos que vuele su imaginación en esa búsqueda, dándoles espacio para leer la realidad más allá de los datos más obvios.