Sostenemos (y así lo hemos hecho siempre) que una buena comida comprende no solo lo que hay en el plato, sino también el servicio (profesionalismo, agilidad), el ambiente creado por la decoración, incluyendo el tipo de música; la calidad de la mantelería, cuchillería y vajilla. En fin, una serie de cosas que no es necesario detallar más.
Sostenemos que, en esta perspectiva, el placer de comer y el placer auditivo van íntimamente ligados: repetiremos una vez más que Dante, en el infierno, pone a los golosos en medio de un ruido atroz. Y se alían también perfectamente el placer visual con el gustativo: el ideal es comer en un ambiente hermoso o mirando un lindo paisaje.
En el caso del restorán Estró, del Hotel Ritz Carlton, hemos tenido una experiencia, a la luz de lo anterior, de dulce y de agraz. Porque, nos apresuramos a decirlo, la cocina es buena; pero la fealdad del entorno del comedor donde se nos atendió impidió un mayor disfrute: uno se queda con la vista pegada en las cosas feas; es casi inevitable. Gracias al cielo no elegimos la terraza, donde había un DJ haciendo de las suyas. Pero, por otra parte, el desaliño de la vestimenta de los garzones resaltó más de la cuenta. Uno recuerda la pulcritud de los comedores de este hotel hace algún tiempo, la calidad de su vajilla. No sería un ambiente del máximo refinamiento, pero no había nada que molestara excesivamente. ¿Será que nos tocó un mal momento? Vimos que había otros comedores cerrados, que quizá estaban en reparación...
La cocina, eso sí, es digna de elogios. Con la sola excepción de unos ostiones en tempura, cuya fritura no tenía absolutamente nada de liviano y etéreo, como es lo que caracteriza a ese estilo (y les habían quitado a los ostiones el coral, privándolos de gran parte del sabor), lo demás nos pareció muy competente y bien hecho. La otra entrada -enorme- que probamos, unas novedosas croquetas de chupe de camarón, estaba muy bien: fritura crujiente, bien seca, como se pide.
Los fondos nos parecieron también muy bien. Un tataki de atún hecho a la perfección, con un cous cous aderezado con menta y piña, y una pierna de cordero al horno. Esta fue presentada en tajadas enrolladas muy inteligentemente para cubrirlas con una "persillade de ceniza de cebolla" (incensamiento a la moda, esto de las cenizas...), escoltada por su jugo de cocción reducido, y un puré de camote muy agradable, con unas arvejitas con un toque de menta, y unos zurunguitos de mousse de queso de cabra (absolutamente prescindibles).
Aunque se anuncia que se trata de una cocina "Chileanfarm to table", no hay nada específicamente chileno en el estilo. Esto no es un reproche, sino una información. Se advierten influencias peruanas o nikkei e inglesas (ese cordero con arvejitas perfumadas...).
Servicio algo lento y empalagoso.
Hotel The Ritz-Carlton. El Alcalde 15, Las Condes. Teléfono: 2 2470 8585.